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12 julio 2023

¿Debe prohibirse aumentar la agresividad de los virus?

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Durante la pandemia de COVID-19 surgió la duda legítima sobre si podría tratarse de un coronavirus modificado en un laboratorio. Aunque no hay pruebas de ello y todas las evidencias han sido consistentes con un origen natural, este tipo de investigaciones existe: se conoce como Gain of Function (GoF), ganancia de función. Estos experimentos no buscan crear armas biológicas, sino investigar el comportamiento de los virus y las posibles contramedidas. Pero hay motivo para el debate: ¿es prudente hacer un virus más agresivo? ¿Debe prohibirse?

La pandemia de COVID-19 planteó la duda sobre si podría tratarse de un coronavirus modificado en un laboratorio. Crédito: JOHANNES EISELE/AFP via Getty Images

El concepto de GoF nace de la naturaleza, y no se refiere solo a los virus. Durante la evolución, ciertos genes pueden mutar de modo que se potencie su función. Esto a veces puede ser beneficioso, pero en otros casos no; la ganancia de función de un gen es responsable de una reacción autoinmune que provoca el lupus. En el laboratorio, los experimentos de GoF permiten obtener cultivos vegetales más resistentes, inmunoterapias contra el cáncer o microorganismos más eficientes en la producción de antibióticos.

BBVA-OpenMind-Yanes-Debe prohibirse aumentar la agresividad de los virus_2 En el laboratorio, los experimentos de GoF permiten obtener cultivos vegetales más resistentes o inmunoterapias contra el cáncer. Crédito: Karen Ducey/Getty Images
En el laboratorio, los experimentos de GoF permiten obtener cultivos vegetales más resistentes o inmunoterapias contra el cáncer. Crédito: Karen Ducey/Getty Images

En lo referente a los virus, la reconstrucción en 2005 del que causó la gran pandemia de gripe de 1918 permitió, mediante experimentos GoF, conocer mejor sus mecanismos patogénicos y sus posibles adaptaciones futuras. La preocupación sobre estos experimentos cobró fuerza a partir de 2012, cuando se logró la transmisión por el aire del peligroso virus de la gripe aviar entre hurones de laboratorio (en estos casos no hubo modificación genética, sino adaptación forzada del virus).  

La preocupación sobre los experimentos GoF cobró fuerza a partir de 2012, cuando se logró la transmisión por el aire del virus de la gripe aviar entre hurones de laboratorio. Crédito: MADS CLAUS RASMUSSEN/Ritzau Scanpix/AFP via Getty Images
La preocupación sobre los experimentos GoF cobró fuerza a partir de 2012, cuando se logró la transmisión por el aire del virus de la gripe aviar entre hurones de laboratorio. Crédito: MADS CLAUS RASMUSSEN/Ritzau Scanpix/AFP via Getty Images

En la comunidad científica crecieron entonces los llamamientos a abrir un debate para sopesar los beneficios y los riesgos. La Unión Europea consideró que la legislación vigente bastaba para regular este campo, mientras que EEUU impuso una moratoria a la financiación gubernamental de este tipo de investigación en 2014. Esta se levantó en 2017, sustituida por un proceso especial de revisión. Durante la reciente pandemia, los medios reavivaron el debate, a veces sin motivo real, como cuando se acusó falsamente a EEUU de financiar experimentos GoF con coronavirus en China. 

Necesidad verus riesgos

Obtener variantes virales más peligrosas puede entrañar un riesgo, pero no pocos expertos defienden que estos experimentos “pueden ayudar a los científicos a anticipar los cambios que los virus pueden sufrir en la naturaleza, comprendiendo qué características específicas les permiten transmitirse entre las personas e infectarlas”, algo de especial relevancia frente a amenazas actuales como la gripe aviar. Estos expertos afirman que el riesgo se minimiza con bioseguridad y que las prohibiciones frenan el avance científico y la posibilidad de salvar vidas.

Obtener variantes virales más peligrosas puede entrañar un riesgo, pero también pueden ayudar a los científicos a anticipar los cambios que los virus pueden sufrir en la naturaleza. Crédito: Kate Geraghty/The Sydney Morning Herald via Getty Images

Por el contrario, los científicos partidarios de la prohibición opinan que el riesgo es inaceptable, ya que las fugas de patógenos de los laboratorios han ocurrido en el pasado, y que los beneficios de estas investigaciones son menores. El epidemiólogo de Harvard Marc Lipsitch escribía: “Aunque indiscutiblemente hay ciertas preguntas que solo pueden responderse con experimentos de ganancia de función en cepas altamente patogénicas, estas preguntas son escasas, y es improbable que impulsen de forma significativa los objetivos de salud pública como la producción de vacunas o la predicción de pandemias”. En resumen, un debate aún en construcción, sin una respuesta definitiva.

Javier Yanes

 

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