El género de ciencia ficción existe porque sus pioneros acertaron al pensar que la ciencia real, o al menos posible, podía convertirse en un buen argumento de ficción. Entre esos padres se cuentan autores con formación en ciencias o ingeniería, como H. G. Wells, Isaac Asimov, Arthur C. Clarke o Robert Heinlein. En el medio de entretenimiento de masas por excelencia, la pantalla, abundan las películas y series que reinventan o ignoran las leyes de la ciencia. Pero cada vez es más habitual que las producciones cuenten con asesoría científica. Prueba de que la verosimilitud no es obstáculo para la imaginación, y de que las palomitas no están reñidas con el rigor, repasamos aquí algunos ejemplos de calidad científica en el cine.
Interstellar
Interstellar mostró por primera vez la representación de un agujero negro a partir de las ecuaciones de la relatividad de Einstein. Crédito: Paramount/Courtesy Everett Collection/Cordon Press
Uno de los taquillazos de 2014 no solo vino avalado por la dirección de Christopher Nolan (Origen, El caballero oscuro) y las interpretaciones de Matthew McConaughey, Anne Hathaway o Michael Caine, sino que además contó con el respaldo científico y la producción ejecutiva del Nobel físico Kip Thorne, del Instituto Tecnológico de California (Caltech).
Interstellar se sitúa en una Tierra futura cuyos recursos se han agotado, amenazando la supervivencia de la humanidad. El hallazgo casual de un agujero de gusano, un concepto teórico de la física capaz de unir dos regiones distantes en el espacio-tiempo, dará a los científicos la oportunidad de explorar la existencia de otros planetas habitables en el universo. Uno de los aspectos más elogiados de la cinta fue la plasmación más fiel de un agujero negro jamás lograda en el cine, un trabajo en el que Thorne colaboró con el equipo de efectos visuales. “Es la primera vez que la representación de un agujero negro comienza con las ecuaciones de la relatividad general de Einstein”, señalaba el físico en un vídeo promocional. Cinco años después de la película, el proyecto colaborativo internacional Event Horizon Telescope obtuvo la primera imagen de un agujero negro, confirmando a grandes rasgos lo mostrado en la pantalla.
2001: Una odisea del espacio
La compleja trama de 2001: Una odisea en el espacio solo se explica en su totalidad en el libro escrito por Arthur C. Clarke. Crédito: Moviepix /Getty Images
Cuando en 2013 la cinta de Alfonso Cuarón Gravity cosechó elogios por su fiel retrato de las condiciones de los astronautas en el espacio, el astrofísico y divulgador Neil DeGrasse Tyson apuntó que corresponde a Stanley Kubrick el haber logrado lo mismo 45 años antes, adelantándose a la época de las estaciones espaciales tripuladas. El excesivo metraje de 2001: Una odisea del espacio (1968) y su compleja trama, que solo se explica en su totalidad en el libro escrito por Arthur C. Clarke a raíz de la película, lastraron en su día el éxito comercial de la cinta. Sin embargo, este clásico de Kubrick ha aguantado el paso del tiempo gracias a sus representaciones realistas del silencio en el espacio, de la vida en microgravedad, de la creación de gravedad artificial, de los viajes y las comunicaciones interplanetarias o de los avances en supercomputación. De forma casi anecdótica, en la película 2001 las pantallas son planas como las actuales; una tecnología que no existía en su día y que supuso una apuesta certera, ignorada incluso en su secuela 2010. Como crítica negativa, suele mencionarse que la película falló al no predecir la miniaturización de los ordenadores.
Primer
Primer fue elegida como uno de los mejores modelos de la llamada ciencia ficción dura, la más rigurosa en sus planteamientos científicos.
El director, matemático e ingeniero Shane Carruth escribió, produjo y dirigió en 2004 una cinta de bajo presupuesto sobre viajes en el tiempo que fue elegida como uno de los mejores modelos de la llamada ciencia ficción dura, la más rigurosa en sus planteamientos científicos. Y ello a pesar de que el argumento de la película, la historia de dos ingenieros que descubren casualmente un sistema para viajar en el tiempo, es tan extremadamente complejo que resulta casi incomprensible sin ayuda de algunos esquemas que circularon en internet. Entre los aciertos de Carruth figura el haberse inspirado en las ideas del físico y premio Nobel Richard Feynman para plantear el viaje en el tiempo como una vuelta atrás al reloj en tiempo real. Pero además, Primer muestra una aproximación verídica al trabajo de investigación, con personajes que hablan y actúan como científicos auténticos y que en algunos casos llegan a sus hallazgos casi por casualidad.
Gattaca
Los científicos presentes eligieron Gattaca como una de las obras de ciencia-ficción más científicamente sólidas de la historia del cine. Crédito: Hulton Archive/Getty Images
En una reunión celebrada en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, los científicos presentes eligieron Gattaca como una de las obras de ciencia-ficción más científicamente sólidas de la historia del cine. La película rodada por Andrew Niccol en 1997 es una distopía sobre cómo la ingeniería genética en humanos y el control de las técnicas reproductivas pueden conducir a la sociedad hacia un sistema de discriminación basado en la eugenesia, un argumento que ya exploró el escritor Aldous Huxley en su obra de 1932 Un mundo feliz. Pero no es este el único clásico futurista revisitado en Gattaca: en la película, la dictadura del ADN alcanza su clímax en una civilización gobernada con mano de hierro a través de mecanismos biométricos, los cuales asumen un papel similar a las telepantallas con las que el Gran Hermano imaginado por George Orwell vigilaba a la población en 1984.
Contact
Contact (1997) de R. Zemeckis es, para muchos, el relato más verosímil de un primer contacto extraterrestre desde Encuentros en la tercera fase (1977) de Spielberg. Crédito: Sygma via Getty Images
La única novela escrita por el astrofísico y divulgador Carl Sagan fue llevada al cine por Robert Zemeckis en 1997, consiguiendo el que para muchos es el relato más verosímil de un primer contacto extraterrestre desde Encuentros en la tercera fase (1977) de Steven Spielberg. En su historia Sagan vertió sus conocimientos sobre la labor real de los científicos que trabajan en la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés), y uno de ellos, la astrónoma Jill Tarter, sirvió de modelo para su personaje principal. Contact resulta realista en todos sus aspectos, desde la comunicación con una civilización lejana por medio de señales de radio y televisión empleando lenguaje matemático, hasta la posibilidad de establecer contacto físico utilizando el principio de los agujeros de gusano, una contribución de Kip Thorne a la novela de Sagan.
La amenaza de Andrómeda
La amenaza de Andrómeda fue filmada por Robert Wise en 1971 sobre un guión basado en la novela del mismo título que consagró al escritor Michael Crichton. Crédito: Mptv/Cordon Press
La historia de una enfermedad letal que azota a la humanidad resulta más actual que nunca tras la pandemia de COVID-19. La amenaza de Andrómeda fue filmada por Robert Wise en 1971 sobre un guión basado en la novela del mismo título que consagró al escritor Michael Crichton, autor de Parque Jurásico. El libro se publicó en 1969, el mismo año en que el mundo seguía con preocupación el descubrimiento de un nuevo patógeno mortal, el virus de Lassa. En el relato de Crichton el riesgo no procede de un virus, sino de una forma de vida alienígena que cae a la Tierra oculta en un viejo satélite. El argumento recordará a otras docenas de producciones, pero pocas han alcanzado tal grado de verosimilitud científica en el fondo y en la forma. Al igual que los marcianos de La guerra de los mundos sucumbían a los microbios terrestres, Andrómeda también tiene su talón de Aquiles: es tolerante solo a un estrecho rango de pH (acidez), lo que ofrece a los científicos la clave para derrotarlo.
Contagio
Contagio es hasta hoy la gran producción cinematográfica que mejor ha retratado una pandemia vírica, lo que Soderbergh logró gracias a la asesoría de científicos. Crédito: LILO/SIPA /Cordon Press
Si La amenaza de Andrómeda, con toda su ambientación científica, no deja de ser una fantasía alienígena, en cambio la ficción pandémica que Steven Soderbergh rodó en 2011 resultaba entonces mucho más cercana. Hasta tal punto que, vista con los ojos de hoy, ya no parece tanto un aviso de lo que podría suceder, sino una crónica de lo ya ocurrido. Contagio es hasta hoy la gran producción cinematográfica que más atinadamente ha retratado una pandemia vírica, lo que Soderbergh logró gracias a la asesoría de científicos como el epidemiólogo de la Universidad de Columbia Ian Lipkin, quien también fue una de las fuentes más relevantes durante el azote de la COVID-19.
La película acertó al reflejar incluso detalles como el auge del movimiento conspiracionista a través de internet. Y, sobre todo, es digno de aplauso el mensaje tan real sobre la insostenibilidad de nuestra relación con la naturaleza: en la película es la destrucción de una selva lo que origina la pandemia, cuando un murciélago portador del virus busca refugio en una granja y transmite la infección a los cerdos. Algo que, si no ha sucedido ya, podría suceder mañana.
No mires arriba
El director Adam McKay y el cocreador David Sirota, explicaron que No mires arriba es una alegoría sobre cómo estamos ignorando y negando la grave amenaza del cambio climático. Crédito: Netflix
En los últimos años ha cobrado fuerza un subgénero denominado cli-fi, climate fiction (ficción climática), dedicado a la especulación científica sobre el cambio climático y sus consecuencias. En lo que llevamos de siglo ha inspirado un buen número de obras reconocidas por su enfoque científico, pero más bien en el terreno de la literatura; en el cine, ejemplos como El día de mañana (2004) han resultado efectivos como películas de desastres, pero con escaso fundamento en la ciencia real. En cambio, en 2021 Netflix logró que una de sus producciones elevara la mirada del público hacia los riesgos del cambio climático, pero sin mencionarlo en todo su metraje.
Dirigida por Adam McKay, No mires arriba es una comedia satírica en la que dos astrónomos descubren un cometa que va a poner fin a la vida en la Tierra. En lugar de desatarse el terror, lo que encuentran es que nadie los toma en serio. La película no deja títere con cabeza, desde los gobernantes hasta los medios de comunicación y el propio público idiotizado por la cultura de los memes y los likes. Pero no hay que buscar a todo esto un significado metafórico inventado: desde el primer momento McKay y el cocreador de la historia, David Sirota, explicaron que la cinta es una alegoría sobre cómo estamos ignorando y negando la grave amenaza del cambio climático. A veces todo se entiende mejor con una metáfora.
Marte (The Martian)
La autosostenibilidad de los recursos, como se muestra en The Martian, es uno de los mayores obstáculos a solventar de cara a un futuro establecimiento de bases en la Luna o Marte. Crédito: 20thCentFox/Courtesy Everett Collection/Cordon Press
En 2011 el escritor y programador Andy Weir se autopublicó una novela sobre la historia de un náufrago en Marte, cuya favorable acogida por el público la llevó primero a una gran editorial, y después a una adaptación cinematográfica dirigida por Ridley Scott en 2015. El propio Weir investigó en profundidad los detalles científicos y técnicos para intentar que su historia fuese plenamente verosímil, y este criterio se mantuvo en la adaptación al cine, dando como resultado una de las películas de los últimos años más aclamadas por su calidad científica.
El aspecto más comentado de The Martian fue cómo el personaje del náufrago, interpretado por Matt Damon, aplicaba sus conocimientos de ciencia y de botánica para sacar adelante el cultivo de patatas en el suelo marciano. La autosostenibilidad de los recursos es uno de los mayores obstáculos a solventar de cara a un futuro establecimiento de bases en la Luna o Marte, y por ello la hipótesis planteada en la película suscitó gran interés. Con todo, también hay concesiones en The Martian que sacrifican el rigor científico por necesidades narrativas o por el efecto dramático, pero así es la ficción.
Ex Machina
Con el auge de herramientas como ChatGPT, y la creciente preocupación por los riesgos de la IA, películas como Ex Machina cobran nueva vigencia. Crédito: Universal Pictures
La Inteligencia Artificial (IA) lleva ya tiempo con nosotros, y aún mucho más en la ficción. Quizá a estas alturas no sorprenda una trama sobre una IA que se vuelve contra sus creadores, puesto que mucho antes de los clásicos que nos vienen a la mente ya existió en 1818 el Frankenstein de Mary Shelley. Pero con el auge de herramientas como ChatGPT, y con la creciente preocupación de los propios expertos por los riesgos de la IA, películas como la que Alex Garland rodó en 2014 cobran nueva vigencia.
Pero Ex Machina va más allá de la historia básica de una IA malvada que finge no serlo. La cinta abunda en temas que se abren con el crecimiento de estos sistemas en un futuro muy próximo, como la sexualización de los robots o su capacidad de llegar a convertirse en seres sintientes. La habilidad de la robot Ava para convencer a su examinador de que posee consciencia recuerda al episodio del ingeniero de Google Blake Lemoine al que su sistema LaMDA logró engañar del mismo modo, y anticipa el aumento de este debate en los años venideros. Sobre todo cuando se alcance el hito hoy aún pendiente que la película retrata: una IA en un cuerpo con aspecto humano.
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