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07 junio 2024

Las consecuencias imprevistas de la protección del medioambiente

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Los seres humanos somos solucionadores de problemas por naturaleza, nos encantan los retos que impulsan nuestro crecimiento y madurez. Pero aunque somos excelentes anticipando las consecuencias inmediatas de nuestras decisiones o acciones, a menudo nos cuesta prever los efectos de segundo orden: las consecuencias de las consecuencias. Muchas soluciones aparentemente razonables, como el uso del DDT para combatir los insectos, han tenido desastrosas consecuencias imprevistas, encapsuladas en el viejo adagio de que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Aquí examinamos soluciones bienintencionadas destinadas a mejorar la vida humana o el medioambiente que al final resultaron desastrosamente mal.

Cuando las soluciones de control de plagas resultan contraproducentes

Cuando la peste negra asoló Londres a principios de 1665, las autoridades, presas del pánico, ordenaron sacrificar a perros y gatos, creyendo que eran los principales portadores de la enfermedad. Según el Diario del año de la peste (editorial Impedimenta), de Daniel Defoe, se destruyeron “40.000 perros y cinco veces más gatos”. Hoy se sabe que la peste estaba causada por la bacteria Yersinia pestis, que se transmitía a los humanos a través de las picaduras de pulgas infectadas que vivían en las ratas. Al eliminar a los depredadores de los roedores, las autoridades permitieron inadvertidamente que prosperaran, facilitando la propagación de la enfermedad. Hasta 100.000 personas perecieron en la Gran Peste de Londres.

Al eliminar a los depredadores de los roedores, las autoridades permitieron inadvertidamente que prosperaran, facilitando la propagación de la enfermedad. Hasta 100.000 personas perecieron en la Gran Peste de Londres. Crédito: Hulton Archive / Handout.

Durante el dominio británico en la India, las autoridades querían reducir el número de cobras venenosas en Delhi y ofrecían una recompensa por cada cobra muerta. Aunque esta estrategia funcionó al principio, la gente pronto se dio cuenta de que era más fácil criar cobras que capturarlas en libertad. Cuando el gobierno se dio cuenta de ello, suprimió el plan y los criadores de cobras liberaron a sus serpientes, lo que aumentó la población de cobras salvajes. Aunque probablemente apócrifa, esta historia inspiró el término “efecto cobra“. Un suceso similar, pero históricamente verídico, ocurrió en 1902 en lo que hoy es Hanoi (Vietnam), cuando las autoridades coloniales francesas intentaron controlar la población de ratas con un plan de recompensas que pagaba 1 céntimo por cola de rata. Pronto empezaron a aparecer ratas sin cola por todas partes. Los cazadores de ratas les cortaban la cola y las devolvían a las alcantarillas para que criaran más ratas, asegurándose así unos ingresos futuros. 

El Presidente Mao, que gobernó China de 1949 a 1976, era muchas cosas, pero amante de la naturaleza no era una de ellas. Su lema “El hombre debe conquistar la naturaleza” se convirtió en un grito de guerra, que culminó en la Campaña de las cuatro plagas durante el Gran Salto Adelante de 1958, dirigida contra moscas, mosquitos, ratas y gorriones. Se incluyeron las aves porque se alimentan de grano, pero nadie tuvo en cuenta que también consumen enormes cantidades de insectos. Después de que los agricultores mataran a cientos de millones de gorriones, las poblaciones de langostas crecieron exponencialmente, agravando los problemas ecológicos causados por la deforestación y el uso indebido de pesticidas. La Gran Hambruna china que siguió mató hasta 45 millones de personas.

La Campaña de las cuatro plagas, dirigida contra moscas, mosquitos, ratas y gorriones llevó al crecimiento exponencial de las langostas, agravando los problemas ecológicos causados por la deforestación y el uso indebido de pesticidas. Crédito: China Government.
La Campaña de las cuatro plagas, dirigida contra moscas, mosquitos, ratas y gorriones llevó al crecimiento exponencial de las langostas, agravando los problemas ecológicos causados por la deforestación y el uso indebido de pesticidas. Crédito: China Government.

Las especies invasoras son quizá el ejemplo por excelencia de las consecuencias negativas no deseadas, y el sapo de caña es quizá el más conocido. Introducidos en el este de Australia en 1935 para controlar el escarabajo de la caña, que dañaba los cultivos de caña de azúcar, estos grandes sapos sudamericanos -cuya piel tóxica puede matar a muchos animales- pretendían ser una alternativa ecológica a los pesticidas. Sin embargo, el sapo de caña no consiguió reducir el número de escarabajos, pero tuvo un impacto devastador en la biodiversidad de Australia. Durante más de 80 años, el sapo se ha extendido implacablemente por todo el país, dejando un rastro de devastación ecológica a su paso.

Cuando las políticas públicas consiguen lo contrario de lo que pretendían

En el último siglo, países como Canadá y Estados Unidos han aplicado una política popular de extinción rápida de todos los incendios forestales, invirtiendo miles de millones en mano de obra, equipos de extinción y educación en materia de seguridad contra incendios. Esta estrategia ha dejado involuntariamente los bosques atascados de maleza y otros combustibles secos, lo que ha provocado incendios más grandes, más calientes y más destructivos.

La política de extinción rápida de los incendios forestales de Canadá y Estados Unidos ha dejado involuntariamente los bosques atascados de maleza y otros combustibles secos, provocando incendios más grandes y destructivos. Credit: David McNew / Getty Images.
La política de extinción rápida de los incendios forestales de Canadá y Estados Unidos ha dejado involuntariamente los bosques atascados de maleza y otros combustibles secos, provocando incendios más grandes y destructivos. Credit: David McNew / Getty Images.

Desde 2014, existe una moratoria sobre la caza recreativa en los parques nacionales españoles, una decisión ampliamente respaldada por el público. Sin embargo, los cazadores habían desempeñado un papel crucial en el control de poblaciones de ungulados como la cabra montés, el ciervo y el jabalí. Con la prohibición de la caza y la ausencia de depredadores naturales como el lobo, las poblaciones de ungulados se han disparado y las autoridades de los parques se esfuerzan por controlar su número. El resultado ha sido el deterioro del medioambiente, la reducción de la biodiversidad y el aumento de los conflictos entre el hombre y la fauna salvaje.

De cómo mitigar las consecuencias imprevistas

Estas historias con moraleja deberían hacernos reflexionar sobre cómo afrontar retos como el cambio climático, la energía sostenible o la inteligencia artificial. Los responsables de la toma de decisiones que ponen demasiado énfasis en las consecuencias de primer orden de sus decisiones y acciones, mientras ignoran los efectos de segundo y tercer orden, corren el riesgo de ver cómo sus planes se vuelven contraproducentes. Pero, dada la complejidad y la interconexión de la civilización moderna y el ritmo acelerado del cambio, ¿puede la mente humana siquiera captar todas las ramificaciones potenciales de una acción?

Con la prohibición de la caza y la ausencia de depredadores naturales como el lobo, las poblaciones de ungulados se han disparado y las autoridades de los parques se esfuerzan por controlar su número. Crédito: Miguel A. Quintas V. / 500px / Getty Images.
Con la prohibición de la caza y la ausencia de depredadores naturales como el lobo, las poblaciones de ungulados se han disparado y las autoridades de los parques se esfuerzan por controlar su número. Crédito: Miguel A. Quintas V. / 500px / Getty Images.

Los expertos recomiendan que nos formemos para pensar en escenarios hipotéticos y que las organizaciones establezcan un marco y un proceso formales para evaluar los efectos de segundo orden y las repercusiones. Abordar las consecuencias imprevistas exige humildad y voluntad de aceptar la incertidumbre; debemos tomarnos el tiempo necesario para investigar lo que no sabemos y buscar activamente opciones alternativas. El mejor enfoque es el ágil, en el que ninguna decisión está grabada en piedra y es posible cambiar rápidamente de rumbo si surgen consecuencias imprevistas. Por encima de todo, debemos recordar que, aunque no siempre podemos mejorar las cosas, debemos esforzarnos por evitar empeorarlas.

Neil Larsen

Crédito imagen principal: David McNew / Getty Images

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