Muchos de nosotros atesoramos buenos recuerdos de infancia en la playa: construir castillos de arena, recoger conchas y jugar con las olas. De adultos, vamos a la playa para relajarnos y escapar del estrés de la vida. Muchos equiparamos la felicidad a pasar un día de playa con la familia y los amigos. Las playas también prestan importantes servicios ecosistémicos en las zonas costeras, como la filtración del agua, el ciclo de nutrientes y la protección frente a olas y tormentas, además de otorgar una serie de beneficios recreativos y económicos a las comunidades costeras. Sin embargo, a pesar de su importancia, en gran medida no estamos protegiendo la salud de estos enclaves esenciales de nuestro planeta.
PLAYAS DE PLÁSTICO
Quizá nada ilustre mejor nuestra falta de respeto por las playas que la práctica, aún muy extendida, de apagar las colillas de cigarrillos en la arena. Descritos por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente como “la basura de plástico más común en las playas”, los filtros de los cigarrillos, fabricados con fibras de plástico no biodegradables, tardan una década en descomponerse en microplásticos. A pesar de la legislación y las campañas de concienciación, cada año se desechan en las playas de todo el mundo 5.000 millones de cigarrillos. Se han visto aves marinas alimentando con ellos a sus polluelos, y se han encontrado, además, en tortugas marinas, delfines y peces muertos. Las toxinas químicas que contienen se filtran en el medio ambiente circundante, contaminando la arena, inhibiendo el crecimiento de las plantas y afectando a las especies de toda la cadena alimentaria.
Pero las colillas son sólo la punta del iceberg. Un paseo por cualquier costa del mundo revelará una colección de detritus humanos que suele incluir envoltorios de plástico de alimentos, botellas y tapones de bebidas, pajitas, bolsas de plástico de un solo uso y aparejos de pesca perdidos o desechados. Además, está la presencia omnipresente de microplásticos, que se crean cuando trozos más grandes de plástico se descomponen en el océano. Estas pequeñas partículas y compuestos moleculares penetran en la arena y son mucho más biodisponibles para los organismos que los grandes desechos marinos, que pueden retirarse durante las limpiezas de playas.
ROBO EN LA PLAYA
Las playas también se degradan cuando les quitamos lo que necesitan para prosperar. Aunque es indudable que las playas sin algas agradan a los turistas, la práctica de arrastrar rastrillos por la zona intermareal para limpiar la arena y eliminar los depósitos de algas perjudica a toda la red trófica, desde las bacterias microscópicas y los simples isópodos marinos hasta las aves playeras y los pequeños mamíferos que se alimentan de ellos. Recoger conchas en la playa tampoco es un pasatiempo inofensivo. Las conchas proporcionan un hogar a criaturas marinas como cangrejos, caracoles y moluscos, y lugares donde los peces pequeños pueden esconderse de los depredadores. Las aves las utilizan como material para anidar y, cuando se descomponen, aportan nutrientes a los organismos que viven en la arena.
El robo de arena de las playas también es un problema creciente. Desde Cerdeña y Escocia hasta Hawái y las Islas Canarias, la arena de las playas es sustraída ilegalmente. Aunque en algunos casos la culpa es de los turistas en busca de recuerdos, el robo de arena también es consecuencia de nuestra insaciable demanda de este recurso cada vez más escaso. En el caso más notorio, ocurrido en Jamaica en 2008, unos ladrones se llevaron una playa entera —500 camiones cargados de arena blanca— en plena noche. El mundo consume 50.000 millones de toneladas de arena al año, sobre todo para fabricar hormigón, y la delincuencia organizada suele participar en su extracción ilegal.
A esto hay que añadir la contaminación del agua por la escorrentía terrestre y el tráfico marítimo, que contamina las aguas costeras con aguas residuales, pesticidas, fertilizantes y petróleo. La exposición humana a aguas de baño contaminadas con aguas residuales puede provocar diversas enfermedades, como gastroenteritis, infecciones sinusales, erupciones cutáneas y conjuntivitis. Las investigaciones estiman que hay más de 120 millones de casos de enfermedades gastrointestinales y más de 50 millones de casos de enfermedades respiratorias más graves en todo el mundo causadas por nadar y bañarse en aguas costeras contaminadas por aguas residuales.
AMENAZA EXISTENCIAL PARA LAS PLAYAS
Pero es el cambio climático el que supone la mayor amenaza para las playas del mundo. La subida del nivel del mar y el aumento de la intensidad, frecuencia y dirección de las tormentas costeras causan estragos en las playas de arena. Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change en 2020 concluyó, a partir de datos de satélite, que el 50% de las playas de arena del mundo se perderán a causa de la erosión de aquí a finales de siglo. En una nota ligeramente optimista, el autor señala que: “A medida que las líneas costeras retroceden, pueden crearse nuevas playas si hay espacio disponible para acomodar el retroceso”.
Pero en muchos casos, debido a que los humanos han bloqueado el camino de retirada con el desarrollo urbano endurecido por estructuras costeras como los diques, la zona intermareal no puede desplazarse tierra adentro, “exprimiendo” de hecho las playas y los humedales costeros hasta hacerlos desaparecer. Al erosionarse las playas, se pierde biodiversidad y las comunidades costeras se ven privadas de barreras protectoras esenciales, ingresos turísticos y espacios recreativos. Preservar y proteger nuestras playas, que ocupan un lugar especial en nuestros corazones y mentes, es esencial para que las generaciones futuras tengan la misma oportunidad de enamorarse de estos enclaves que hemos tenido nosotros.
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