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15 mayo 2024

¿Por qué nos pican los mosquitos, pero no a todos por igual?

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Con la llegada del buen tiempo regresa una plaga universal del verano que no entiende de fronteras ni casi de latitudes. Pero mientras que para la gran mayoría de las personas en los países desarrollados las picaduras de mosquito son solo una molestia menor, en amplias zonas de la franja tropical pueden ser una amenaza de muerte o de enfermedad grave. Sabemos qué buscan en nosotros los mosquitos cuando nos pican, pero también que no a todos nos atacan por igual: mientras que algunas personas apenas se llevan unos pocos picotazos, en cambio otras parecen un bufet libre. ¿Por qué hacen estas distinciones entre sus víctimas?

BBVA-OpenMind-Yanes-Por que nos pican los mosquitos pero no a todos por igual_1 Se conocen más de 3.700 especies distribuidas en 112 géneros y repartidas por todos los continentes excepto la Antártida. Crédito: Nenov/Getty Images.
Se conocen más de 3.700 especies distribuidas en 112 géneros y repartidas por todos los continentes excepto la Antártida. Crédito: Nenov/Getty Images.

Lo que conocemos genéricamente como “mosquito”, un término procedente del diminutivo de “mosca” en español, es en realidad una familia de insectos dípteros, los culícidos, en la que hasta la fecha se conocen más de 3.700 especies distribuidas en 112 géneros y repartidas por todos los continentes excepto la Antártida. Los científicos estiman que estos animales surgieron en el período Jurásico, hace más de 145 millones de años, aunque los fósiles más antiguos encontrados hasta ahora —encapsulados en ámbar, como en Parque Jurásico— pertenecen al Cretácico, hace 130 millones de años.

Los animales que más muertes humanas causan

Sin embargo, de las miles de especies actuales, solo una minoría pican a los humanos, y menos aún son las que nos prefieren frente a otros objetivos. Pero esto es suficiente para que figuren en lo más alto del podio de los animales que más muertes humanas causan, hasta un millón al año. Un total de 88 especies transmiten 78 enfermedades, pero otras 243 especies son posibles vectores de contagio de patógenos humanos. Entre todas estas enfermedades, la que se cobra más vidas es la malaria, con unas 600.000 muertes al año, sobre todo niños.

Así, lo primero que conviene saber sobre las picaduras de mosquito es que solo unas pocas especies nos atacan, y de estas, solo las hembras fecundadas: todos los mosquitos se alimentan de jugos vegetales, pero las hembras extraen las proteínas de la sangre de los animales a los que parasitan para obtener aminoácidos que les permiten incubar los huevos o producirlos en mayor cantidad. Curiosamente, en los mosquitos del Cretácico hallados en ámbar también los machos tenían las piezas bucales para obtener sangre; los científicos proponen que originalmente este aparato bucal servía para perforar los tejidos de las plantas, que evolucionó para convertirse en un órgano chupador de sangre, y que los machos finalmente prescindieron de él cuando surgieron las plantas con flores.

Pero ¿cómo consiguen los mosquitos encontrar a sus sufridas víctimas? En los últimos años las investigaciones han conseguido detallar con bastante precisión la sofisticada batería de sensores basados en el olor, el gusto, el calor y la visión, que los capacitan para detectar nuestras pistas físicas y químicas. Todo comienza cuando el mosquito huele el gas que todos los animales vertebrados expulsamos con la respiración, dióxido de carbono (CO2). Aunque está presente en la atmósfera, los mosquitos son capaces de detectar cambios de concentración de hasta el 0,01%, y desde más de 10 metros de distancia, hasta 50 metros.

Una vez localizada una posible presa a través del CO2 que emite, a una distancia de entre 5 y 10 metros el mosquito cambia a modo visual para seguir la pista que le aproxima a nosotros. Entonces aún somos solo bultos vivos. Cuando se acerca a menos de 20 centímetros ya puede detectar nuestro calor, la humedad de la piel y los compuestos volátiles que exudamos. A 3 centímetros todas las pistas le confirman que somos su objetivo, y al posarse, los receptores del gusto de sus patas nos prueban.

Así, son los compuestos volátiles de nuestra piel, nuestro olor corporal, lo que nos distingue de otras posibles presas. Producimos más de 500 de estos compuestos, y ciertos estudios han identificado una veintena de ellos que pueden resultar más atractivos para los mosquitos y que se producen en distinta cantidad en diferentes regiones de la piel, lo que explicaría por qué a veces tienden a picarnos más en ciertos lugares del cuerpo.

Presas preferentes

Todo esto puede explicar por qué unas personas son premiadas con más picotazos que otras. Por ejemplo, las mujeres en las últimas fases del embarazo exhalan hasta un 21% más de CO2 en cada respiración, por lo que son presas preferentes, como también lo son las personas de mayor tamaño que expulsan mayor volumen de gas al espirar. Si acabamos de hacer ejercicio, la temperatura y el sudor pueden convertirnos en un objetivo prioritario. 

BBVA-OpenMind-Yanes-Por que nos pican los mosquitos pero no a todos por igual_2 Los mosquitos figuran en lo más alto del podio de los animales que más muertes humanas causan, hasta un millón al año. Crédito: Mrs/Getty Images.
Los mosquitos figuran en lo más alto del podio de los animales que más muertes humanas causan, hasta un millón al año. Crédito: Mrs/Getty Images.

También el olor corporal es diferente en cada persona. Se cree que un 85% de esta variabilidad es genética —es decir, que nuestro mayor o menor atractivo para los mosquitos es en gran parte heredable—, pero que la microbiota de nuestra piel también puede influir. Y tampoco nuestro olor es siempre el mismo, sino que puede cambiar con la edad, la medicación, la dieta, las enfermedades y otros factores. La influencia de otros condicionantes todavía no está clara. Por ejemplo, ciertos estudios han encontrado que las personas de grupo sanguíneo 0 son más atractivas para los mosquitos de las de B y A, en este orden, lo que podría relacionarse con una diferencia en las secreciones cutáneas.

Pese a todo lo que ya se sabe, aún quedan preguntas por responder y huecos por rellenar en el conocimiento sobre qué nos hace más o menos apetitosos para los mosquitos, o cuál es la contribución relativa de los distintos factores que nos hacen desiguales ante las picaduras.

Javier Yanes

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