Existen unas 400.000 especies de escarabajos. Una de cada tres especies animales es un escarabajo. La evolución ha producido infinidad de variaciones de un mismo tipo de criatura, los coleópteros, y con enorme éxito. Uno de sus géneros, Agrilus, pasa por ser el que más especies comprende de todo el reino animal, unas 3.000, distribuidas por todo el mundo. Pero frente a estas gruesas ramas del árbol de la vida, que parecen tener asegurada su supervivencia, existe el caso contrario: especies que son únicas en su género, su familia o su orden; las últimas de una rama que desaparecerá cuando ellas lo hagan, cerrando para siempre y por completo una línea de la evolución. Lo cual las hace aún más preciosas y necesarias de conservar. Repasamos aquí algunas de ellas.
Solo quedan unos 24 ejemplares en libertad del enorme insecto palo de Howe, todos ellos en un islote del Pacífico llamado la pirámide de Ball. Crédito: Granitethighs – CC BY-SA 3.0.
Insecto palo de Howe (Dryococelus australis)
Se le ha llamado el insecto más raro del mundo: solo quedan unos 24 ejemplares en libertad del enorme insecto palo de Howe, todos ellos en un islote escarpado del Pacífico llamado la pirámide de Ball. Esta especie, única en su género, solía habitar la cercana isla australiana de Lord Howe, pero no se había vuelto a avistar ningún ejemplar vivo desde 1920, después de que dos años antes las ratas llegasen a bordo de un barco. En 1986 se declaró extinto, pero se decía que en Ball algunos escaladores habían encontrado restos. En 2001 se confirmó la existencia de esta pequeña población, que sobrevive comiendo un único tipo de planta. En 2003 se capturaron cuatro ejemplares para su crianza en zoológicos, y actualmente hay varios miles en cautividad. A la espera de que culmine un programa de eliminación de ratas en Lord Howe para su reintroducción, se considera críticamente amenazado.
Los primeros representantes del Ginkgo biloba, hoy extinguidos, se remontan al Pérmico, hace 290 millones de años. Crédito: PATRICK HERTZOG/AFP via Getty Images.
Ginkgo biloba
El ginkgo, un árbol que solo crece en la naturaleza en China, Corea y Japón pero que se cultiva en jardines por todo el mundo, es todo un superviviente: única especie en su género, familia (Ginkgoaceae), orden (Ginkgoales), clase (Ginkgoopsida) y división (Ginkgophyta). Pero no siempre fue así; los primeros representantes de este grupo, hoy extinguidos, se remontan al Pérmico, hace 290 millones de años, y en el Jurásico existían bosques de al menos una docena de especies distintas del género, sin contar varios géneros más de la misma familia. De aquella diversidad solo ha sobrevivido una especie, que a menudo se califica como “fósil viviente” —una denominación discutida— y se considera amenazada en la naturaleza. Aunque es popular como suplemento dietético, no hay evidencia sólida de sus supuestos beneficios para la salud.
El pez salamandra se asemeja a los peces pulmonados por su capacidad de enterrarse para sobrevivir en tiempos de sequía. Crédito: Auscape/Universal Images Group via Getty Images.
Pez salamandra (Lepidogalaxias salamandroides)
Un rarísimo pez de agua dulce de Australia occidental es el único miembro vivo de su género, familia, orden y superorden. El pez salamandra, así llamado por su aspecto parecido a este anfibio, no es un pez pulmonado, pero se asemeja a estos por su capacidad de enterrarse para sobrevivir en tiempos de sequía, ya que vive en estanques y corrientes estacionales. Cuando se queda sin agua, respira a través de la piel. Su origen se remonta a hace 240 millones de años, cuando se separó del grupo que comprende a la inmensa mayoría de los peces actuales. Desde entonces no se le conocen otros parientes cercanos en el registro fósil. Su estatus de conservación es de especie amenazada.
El ornitorrinco es un mamífero semiacuático con pico, cola de castor y pies de nutria, que pone huevos, detecta la electricidad y además es venenoso. Crédito: IainStych/ Istock/Getty Images.
Ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus)
El aspecto y características del célebre ornitorrinco ya sugieren que se trata de un animal único en su género: un mamífero semiacuático con pico, cola de castor y pies de nutria, que pone huevos, detecta la electricidad y además es venenoso gracias a los espolones en las patas traseras del macho. Pero aunque este animal australiano hoy sea el único representante de su género y su familia, no siempre fue así: en el registro fósil se conocen otros dos géneros extintos de la misma familia, con varias especies que vivieron hace millones de años en Australia y la Patagonia argentina. Hoy los parientes vivos más cercanos de los ornitorrincos son la otra familia comprendida en el orden de los monotremas, los equidnas. A pesar de su rareza, se califica solo como casi amenazado.
El bigotudo, que vive en zonas templadas de Europa y Asia, es único en su familia, pero su estado de conservación es bueno. Crédito: Westend61/Getty Images.
Bigotudo (Panurus biarmicus)
Como el ornitorrinco, hay otras muchas especies relativamente conocidas que también se han quedado solas en su género, como el okapi (Okapia johnstoni) o el tejón de la miel (Mellivora capensis), en su familia, como el aye-aye (Daubentonia madagascariensis) o el koala (Phascolarctos cinereus), o incluso en su orden, como el cerdo hormiguero (Orycteropus afer) o el tuatara (Sphenodon punctatus), entre otras. Todos estos son animales que entendemos como raros. Pero más extraño es que esto le haya ocurrido a un pájaro de apariencia normal: el bigotudo, que vive en zonas templadas de Europa y Asia, es único en su familia. Esta se separó de la más próxima a ella, los aláudidos, entre 23 y 16 millones de años atrás. Los aláudidos, alondras y similares, comprenden hoy un centenar de especies en 21 géneros, pero el bigotudo se quedó solo. Por suerte, su estado de conservación es bueno.
Los humanos nos quedamos solos, con una diversidad genética demasiado baja como para que nos hayamos dividido en subespecies. Crédito: Mario Tama/Getty Images.
Humanos (Homo sapiens)
No podemos cerrar esta lista sin mencionar una especie enormemente abundante, única en su género. Existió, que sepamos, en torno a una decena de especies del género Homo, pero nos quedamos solos, con una diversidad genética demasiado baja como para que nos hayamos dividido en subespecies. Curiosamente, tal vez nosotros contribuyéramos a la desaparición de alguno de nuestros primos, como lo hemos hecho con otro sinfín de especies. Y tal vez acabemos provocando también nuestra propia extinción.
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