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16 octubre 2023

Una ilusión óptica para burlar al cerebro

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Vivimos, nos movemos y también (inter)actuamos en un mundo tridimensional. Sin embargo, nuestros ojos, más en concreto la retina, es una pantalla (de proyección) plana (aunque en realidad es curva): nuestra percepción visual, la información recibida a través del sentido de la vista, es una imagen bidimensional que el cerebro tiene que procesar para inferir la profundidad y convertirla así en una representación tridimensional del entorno.

¿Cómo lo consigue? ¿Cómo procesa el cerebro esa imagen plana para dotarla de profundidad? Recurriendo a una serie de pistas o información contenidas en la imagen. Una de ellas es la perspectiva, es decir, cómo la imagen de un objeto disminuye con respecto a un punto de fuga. Otros indicios para determinar la distancia a la que se encuentra un objeto son el contraste entre aquel y el fondo, y la nitidez o definición de sus límites. Dos factores que se pierden o disipan con la distancia. Todas estas pistas proporcionan una valiosa información sobre la profundidad relativa, esto es, si un objeto está más cerca o más lejos que otro. Y, en consecuencia, también del tamaño relativo de uno respecto al otro. 

Un problema mayor es determinar el tamaño absoluto de los objetos: sus dimensiones reales. Uno de los recursos empleados por el cerebro para estimarlo es recurrir a la comparación del objeto “problema” con otros presentes en la escena, con cuyo tamaño estemos familiarizados: un autobús, una persona, un semáforo, un columpio…. Pero esto no siempre es posible, sobre todo cuando nos enfrentamos a un entorno desconocido. En estas circunstancias, es necesario que el cerebro cuente, por así decirlo, con un plan B; tal y como un reciente estudio efectuado por investigadores de la Universidad de York ha constatado de forma experimental.

Pasatiempo 1: ¿Estás dispuesto a viajar en ese tren?

Uno de los experimentos que afrontaron los voluntarios del citado estudio fue determinar cuál de los trenes mostrados en unas fotografías era de mayor tamaño. Más en concreto, cuáles de las fotografías presentaban trenes reales y cuáles maquetas de trenes.

 

(No) perder el foco

Este plan B o método para determinar la escala real de los distintos objetos —de hecho, posiblemente el más importante— es el grado de desenfoque de la parte superior e inferior de la imagen: cuando se enfoca un objeto concreto situado a una distancia determinada, todo lo que está por delante o por detrás del plano de enfoque aparecen ligeramente desenfocados. Tanto los objetos más lejanos como los más cercanos (en una escena típica, los objetos cercanos se localizan en la parte inferior y los más lejanos en la parte superior). Y tanto más desenfocados cuanta mayor sea su distancia respecto al plano de enfoque. 

Esto es algo fácil de visualizar con la cámara fotográfica de nuestro móvil: cuando vamos a sacar una foto y fijamos el foco en la cara de una persona, el resto de la imagen se ve menos nítida. Y si la fijamos en otra persona que se localiza más cerca o más lejos, la nitidez del resto también se ve modificada. Incluida la de la cara de la persona inicial que ahora ya no se verá tan perfectamente nítida. Este grado de desenfoque, en combinación con el resto de indicios, permite al cerebro deducir el tamaño real de las cosas. 

Pero, recurriendo a la sabiduría popular, “quien hizo la ley hizo la trampa”. O expresado en términos más académicos: que el grado de desenfoque de la parte superior e inferior de la imagen sea la pista fundamental hace, asimismo, que nuestros que nuestros ojos puedan engañar a nuestro cerebro. O, para ser más precisos (y más justos), que se pueda burlar al cerebro con relativa facilidad a través de los ojos. Basta con alterar el desenfoque de los bordes de la imagen para llevar a engaño al cerebro

Pasatiempo 2: ¿El burlador burlado?

Este efecto, conocido como “Tilt shift miniaturization” en inglés, y “efecto maqueta” o “efecto diorama” en español, es definido como una ilusión óptica conseguida con el aumento del desenfoque de la parte superior e inferior de la imagen mediante edición digital, con lo que se logra que una escena de tamaño real parezca una miniatura. 

 

Una explicación en profundidad

El “efecto maqueta” se explica porque cuanta menor sea la distancia a la que se encuentra el objeto enfocado, pero también cuanto menor sea el tamaño real del objeto enfocado (en gran medida porque para verlo con nitidez tenemos que acercarnos mucho a él), menor es la profundidad de campo. Es decir, el espacio que aún queda enfocado (o tan poco desenfocado que apenas se percibe) por delante y por detrás del objeto que centra nuestra atención. Una consecuencia de cómo se contrae el ojo para enfocar. De este modo, al hacer más borrosas la parte superior e inferior de una imagen de mundo real “a ojos de nuestro cerebro” se consigue convertirla en una maqueta. 

Pasatiempo 3: ¿Ver para creer?

Una de las conclusiones recogidas por los investigadores responsables del estudio es que esta limitación puede llegar a tener implicaciones en muchos aspectos de nuestro día a día, como la conducción; y en otros no tan cotidianos como la fiabilidad de los testimonios y las identificaciones de testigos oculares de un accidente, por ejemplo. Una reflexión que da origen a este juego en el que el reto es encontrar las diferencias entre estas escenas del crimen.

 

Miguel Barral 

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