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24 junio 2019

Lord Kelvin y el fin de la física que nunca predijo

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A menudo se atribuye al físico danés Niels Bohr la cita de que “es muy difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro”. Sin embargo, la web Quote Investigator descubrió que se trata de una frase con muchos padres y cuyos orígenes son muy anteriores, pero irremediablemente oscuros. La anécdota sirve para ilustrar una realidad: tanto como hacer predicciones sobre el futuro, puede ser también muy difícil hacer retrospecciones, especialmente sobre el pasado; es frecuente que en este ejercicio histórico se atribuyan a personajes concretos palabras que nunca dijeron. Tomemos, por ejemplo, el caso del físico y matemático norirlandés William Thomson, más conocido como Lord Kelvin, a quien ningún juicio absolverá de haber declarado en 1900 la muerte de la física… a pesar de que jamás lo hizo.

Retrato de Lord Kelvin. Fuente: Wikimedia
Retrato de Lord Kelvin. Fuente: Wikimedia

Según la versión que suele circular, y ante los grandes avances que la física conquistó a finales del siglo XIX, en 1900 Kelvin (26 de junio de 1824 – 17 de diciembre de 1907) se habría dirigido a la Asociación Británica por el Avance de la Ciencia con estas palabras: “Ya no queda nada nuevo que descubrir en física. Todo lo que resta son medidas más y más precisas”.

Físico, inventor e ingeniero

Al físico se le achaca así una muy severa miopía científica, pues aquel mismo año, con el cambio de siglo, el alemán Max Planck describía su célebre postulado según el cual la energía electromagnética no puede tomar cualquier valor, sino que siempre se emite en múltiplos de una unidad elemental, o cuantos. La idea resultaba tan incongruente para la física de entonces que el propio Planck pensaba en aquel principio como una especie de artificio matemático sin correspondencia con la realidad.

Sin embargo, cinco años más tarde Albert Einstein aplicaría el postulado de Planck a la energía de los fotones en su explicación del efecto fotoeléctrico, otorgando a la cuantización una auténtica carta de naturaleza que espolearía, más que una revolución, la fundación de una nueva física: la cuántica. Así, suele reprocharse a Kelvin un inmenso error de visión científica. Pero en realidad jamás lo cometió.

Brújula de marinero con esfera solar de Lord Kelvin. Crédito: Yoram Shoval
Brújula de marinero con esfera solar de Lord Kelvin. Crédito: Yoram Shoval

La trayectoria científica de Kelvin no parecería la de alguien propenso a cometer yerros de apreciación de tal magnitud. Su lugar preferente en el olimpo de la ciencia viene asegurado por sus múltiples contribuciones. Hoy su nombre es particularmente popular por ser el epónimo de la unidad de temperatura en el Sistema Internacional, una denominación que honra su atinado cálculo del cero absoluto alrededor de los -273,15 grados centígrados. Pero sus aportaciones fueron esenciales para dar forma a la termodinámica, avanzaron en la formulación matemática de la electricidad y allanaron el camino hacia la comprensión de la relación entre la materia y la energía. Su faceta de inventor e ingeniero le sirvió para mejorar las brújulas de navegación y, sobre todo, le ganó fama y fortuna gracias a sus trabajos en telegrafía y su impulso del proyecto del cable transatlántico, lo que le valió su título aristocrático y su incorporación a la Cámara de los Lores.

Un error que nunca cometió

La falsa atribución de la cita sobre el fin de la física probablemente nace de una conferencia que Kelvin impartió en la Royal Institution el 27 de abril de 1900, y en la que bajo el título Nineteenth-Century Clouds Over the Dynamical Theory of Heat and Light hizo justo lo opuesto: definió dos “nubes” que aún oscurecían el cielo de la física y que, con el tiempo, se resolverían en sendas teorías revolucionarias: la relatividad especial y la mecánica cuántica. Así, Kelvin debe ser absuelto de un error en el que sí incurrieron otros colegas suyos; seis años antes, Albert Michelson —cuyo célebre experimento con Edward Morley refutó la existencia del éter luminífero— dijo en la inauguración del Laboratorio de Física Ryerson de la Universidad de Chicago que los grandes principios ya habían sido descubiertos, y que en adelante la física se limitaría a encontrar verdades en el sexto decimal.

Pero pese a que es de justicia eximir a Kelvin de una equivocación que no le corresponde, ello no implica que sus predicciones fueran siempre inspiradas. Porque tan morrocotudo como haber declarado el fin de la física fue su desatino cuando en 1902 dijo lo siguiente sobre el futuro de la aeronáutica en una entrevista de prensa: “Ni el globo, ni el aeroplano, ni la máquina planeadora serán un éxito práctico”. Y es que es realmente difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. Como Bohr tampoco dijo.

Javier Yanes

@yanes68

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