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24 marzo 2014

El físico indio que ‘creó’ un agujero negro

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Por Ramamurti Shankar

Gracias a la universalidad de las leyes y los fenómenos naturales cualquier científico de las ciencias “duras” -las naturales y las físicas-, esté donde esté, puede coincidir al deducir las mismas leyes y los mismos fenómenos que otro investigador de su rama, aunque se encuentre en el lugar contrario del globo terráqueo. Sin embargo, a veces puede ocurrir que la autoridad académica y los prejuicios enturbien las cosas temporalmente.

Un ejemplo bien conocido es el del astrofísico Subramanian Chandrasekhar (1910-1995). Nacido en Lahore (India), era hijo de un oficial del gobierno indio y de una mujer de un alto nivel intelectual, que apostaron siempre por una educación exquisita para sus diez hijos. En 1930 obtuvo la titulación en física y justo un mes después de graduarse consiguió una beca para hacer el doctorado en Cambridge. Hasta ahí todo fue rodado, pero cuando comenzó su investigación, la cosa cambió.

Siendo aún un joven estudiante de doctorado en Cambridge, Subramanian Chandrasekhar dedujo que ciertos tipos de estrellas llamadas enanas blancas no podían superar unas 1,44 masas solares (el límite de Chandrasekhar). En caso contrario, se colapsarían debido a la atracción de la gravedad. El concepto del colapso de una estrella que superase el límite de Chandrasekhar fue un precursor del concepto de los agujeros negros.

Cuando presentó sus resultados en 1935 ante la Royal Society, sir Arthur Stanley Eddington (1882-1944), el más célebre astrónomo británico, los objetó violentamente, alegando que Chandrasekhar había hecho un uso erróneo de la mecánica cuántica y que el comportamiento que proponía para una estrella era sencillamente absurdo.

Muchos físicos sabían que el argumento de Eddington era incorrecto, pero no salieron en defensa de Chandrasekhar (unos porque lo consideraron una obviedad, y otros por temor a contradecir a Eddington).

Subrahmanyan Chandrasekhar, en sus primeros tiempos en la Universidad de Chicago / Crédito: Stephen Lewellyn

Chandrasekhar abandonó Inglaterra (que le cerró todas las puertas a raíz del incidente) y se trasladó a Estados Unidos, donde llegó a ser uno de los astrofísicos más respetados e influyentes del mundo. Sus hallazgos fueron aceptados universalmente, y recibió el premio Nobel en 1983, más de cincuenta años después de su genial descubrimiento.

Al final el tiempo dio la razón y su legado científico no solo se reconoció con el Nobel, sino que además la NASA lanzó un telescopio espacial que lleva su nombre: el Observatorio de rayos-X Chandra. Fue lanzado el 23 de julio de 1999, pocos años después de su muerte. Parece hecho a propósito, pero además, casualmente Chandra significa “luna” en sánscrito.

Lee más en el artículo ‘Globalización y ciencia, la visión de un físico’

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