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18 mayo 2020

Cómo cambia la COVID-19 el nacimiento y la biología de los bebés

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La magia de la biología sigue su curso a pesar de la expansión de la COVID-19 y la vida se abre camino en medio de un mar de cifras de contagios y defunciones. Los protocolos desplegados en los hospitales de todo el planeta para evitar los contagios de COVID-19 afectan también a los recién nacidos, que aterrizan en un mundo en plena emergencia por la pandemia. Algunos medios incluso se hacen eco de un término para denominar a una generación que, sin duda, conocerá una sociedad diferente: los “pandennials”.

En el vídeo se puede observar cómo los recién nacidos llevan un protector facial, una imagen que se ha hecho viral por ilustrar de la manera más tierna cómo ha cambiado esta enfermedad los parámetros de normalidad. 

Bebés contagiados de COVID-19: certezas e incertidumbres científicas

Hasta ahora, las informaciones sobre la incidencia de la enfermedad en bebés recién nacidos son confusas, aunque la conclusión general es que los más pequeños no son el target principal de la COVID-19. Algunos estudios sugieren que se han dado casos de niños que han dado positivo poco después de nacer, y otros son más tranquilizadores al confirmar que no existe la transmisión vertical, de la madre al feto. Irene Maté es pediatra y especialista en enfermedades infecciosas. En una conversación con OpenMind, la doctora recalca la necesidad de precaución a la hora de sacar conclusiones: “No conocemos las consecuencias de pasar el coronavirus al inicio del embarazo, pues no han pasado aún 9 meses desde que comenzó la pandemia como para saberlo”. No hay certezas inmediatas en el mundo del coronavirus.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos habían aconsejado la separación generalizada de madres y bebés hasta que el 4 de abril cambiaron de criterio, pasando a considerar caso por caso en un país donde las embarazadas infectadas con COVID-19 representan solo el 2% de los casos, según un informe inicial de los CDC. Sin embargo, todavía no está muy clara la magnitud de la incidencia en este colectivo a nivel global. Para hacer un seguimiento más certero a largo plazo, investigadores de la Universidad de California han creado un registro nacional de datos para rastrear los efectos de la COVID-19 en embarazadas y recién nacidos.

Venir al mundo en medio de los contagios: prevención y protocolos

Antes de la COVID-19 ya existían protocolos de higiene que se aplican en el caso de madres con enfermedades infecciosas como el VIH, por ejemplo. Las diferentes pautas de actuación frente a la COVID-19 en todos los hospitales se estructuran alrededor de una certeza: “los estudios existentes no han evidenciado presencia del virus en fluidos genitales, líquido amniótico, ni tampoco en la leche materna”, tal y como recoge el Protocolo de Coronavirus (COVID-19) y Gestación del Hospital Clínic de Barcelona. 

La leche materna contiene factores bioactivos que fortalecen el sistema inmune inmaduro del bebé y proporciona protección contra infecciones. / Imagen: Unsplash

Sin embargo, este no es un planteamiento ajeno al debate. Según un artículo de la revista Harvard Business Review, aunque las pautas actuales permiten la lactancia materna, esto no se transmite claramente desde los medios de comunicación e incluso, muchos hospitales de Estados Unidos estarían separando de manera sistemática a las madres infectadas de sus bebés. La falta de consenso es evidente: los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informan de que las instalaciones deben “considerar temporalmente” separar a las madres y los recién nacidos después de “discutir los riesgos y beneficios con la madre y el equipo de atención médica”. La OMS, en el momento en el que se escribe este artículo, considera que las madres infectadas pueden amamantar a sus bebés y convivir con ellos siempre que se practique la “higiene respiratoria” y se utilice mascarilla y desinfectante de manos. Por su parte, las autoridades chinas recomendaron el 7 de febrero no alimentar a los bebés con leche materna y la separación total de la madre. 

Irene Maté trabaja en un centro de salud de Madrid y defiende hacer un análisis individual de cada caso para valorar los riesgos: “Si hay higiene es factible mantener el contacto. En cualquier caso, la decisión de la lactancia ha de ser respetada siempre, en este y en cualquier otro contexto”. La pediatra insiste en que todavía no sabemos demasiado sobre esta enfermedad: “Hay muchas incertidumbres y vamos descubriendo nuevos datos con el paso del tiempo, como en el caso de los síntomas de pérdida del olfato y el gusto, que en los primeros informes de China no se mencionaban”. 

En palabras de la doctora, si bien la COVID-19 no ha afectado especialmente al colectivo de los niños (aunque los menores de un año sí han tenido con mayor frecuencia manifestaciones graves de la enfermedad) según las cifras actuales, sí lo ha hecho de forma indirecta en otros aspectos de su salud. “En Madrid, al menos al principio de la epidemia, se centralizaron los partos y se cerraron las plantas de pediatría, aunque luego las medidas han ido evolucionando con la situación”. Uno de los problemas derivados de estas acciones es que “se ha complicado mucho el seguimiento de los recién nacidos”, explica.

Mamá: la guía para conocer todo un mundo de microorganismos 

Separar a las madres de sus bebés en sus horas iniciales de vida y evitar la lactancia materna frenaría la transferencia de anticuerpos que transmiten las madres a sus bebés a través de la leche, preparándose así para vivir en un mundo que compartimos con millones de microorganismos. Además, “el piel con piel ayuda a los bebés a termorregularse y favorece la lactancia”, puntualiza Maté, y es conveniente siempre y si se puede hacer sin riesgos “tiene beneficios para el bebé”.

El virus SARS-CoV-2 ha desmontado los esquemas de dos momentos claves en el ciclo de vida de un ser humano: su nacimiento y su fallecimiento. / Imagen: Unsplash

En cuanto al desarrollo inmunológico del bebé, Maté sostiene que todavía no hay certezas sobre cómo se verá afectado por las medidas de aislamiento. “Antígenos que estimulen su sistema inmunológico hay en todos sitios, también en las casas”. Solo en un caso extremo de exceso de higiene se favorece la proliferación de reacciones alérgicas. Aún así, Maté aclara que “el aislamiento en casa es relativo, porque siempre hay interacciones con microorganismos. “La microbiota de la madre sigue en contacto con el bebé, que es lo fundamental”. 

Niños y vacunación durante la COVID-19: una amenaza colateral

La respuesta a algunas vacunas es menor en los primeros meses de vida por inmadurez del sistema inmune y por eso se ponen varias dosis repetidas durante esos primeros meses, para garantizar la protección de los niños más vulnerables. “A ese conjunto de dosis se las conoce como primovacunación y generalmente se acompañan de dosis de refuerzo posteriores”, explica la doctora. Otras vacunas (triple vírica y varicela) no se pueden poner tan temprano porque interaccionan con los anticuerpos que la madre ha pasado al bebé durante el embarazo y se ponen entre los 12 y los 15 meses. 

“Todas las vacunas hasta los 15 meses son fundamentales para iniciar una protección duradera”.

La Sociedad Española de Infectología pediátrica (SEIP) advertía en una nota en pleno auge de la pandemia de COVID-19 de que el programa de vacunación está sufriendo importantes caídas y demoras, no solo en países de recursos medios y bajos, sino también en otros con recursos suficientes. “El momento más agudo de la pandemia ha hecho más complicado gestionar las citas para la primovacunación y las familias tenían mucho miedo al contagio. Sin embargo, dejar de vacunar a un niño frente a enfermedades como el sarampión o la meningitis es muy arriesgado”, profundiza Maté.

Ilustración creada en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) que revela la morfología del coronavirus SARS-CoV-2. Imagen: Unsplash

La pediatra recuerda que el número reproductivo (R0) del sarampión, por ejemplo, en España es de entre 15 y 17 (lo que implica que cada caso dado puede generar otros 17 a lo largo de un periodo infeccioso) y en el caso de la meningitis, la mortalidad es de 1 de cada diez niños, en nuestro país, frente a los datos actuales de la COVID-19 en estos pacientes. Por su parte, el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP) recomendaba en marzo mantener las vacunas habituales para los lactantes, los pacientes con enfermedades crónicas, inmunodeprimidos y las embarazadas, al mismo tiempo que destacaba la necesidad de mejorar las condiciones de seguridad de los actos de vacunación en el contexto de la pandemia.

“Este es un efecto colateral de la COVID-19 para los niños. Los umbrales de vacunación tienen que ser siempre muy altos para evitar brotes”.

Un sistema inmune inmaduro: ¿debilidad o fortaleza frente a la COVID-19?

Por otro lado, parece que esa inmadurez en el sistema inmunológico de los bebés podría estar actuando, en parte, como un aliado frente a la COVID-19. Podría explicar por qué, hasta ahora, aparentemente la enfermedad ha respetado más a los más pequeños, tal y como concluye un estudio publicado en The Pediatric Infectious Disease Journal. Siempre teniendo en cuenta que, según reitera la doctora Maté, “todavía es un misterio cómo funciona la enfermedad en general y también en los niños, pero parece que en su caso el sistema inmunológico tiene una respuesta inicial distinta que evita que ocurran las tormentas de citoquinas que tanto dañan el organismo en el caso de los adultos”. Además, Maté recuerda que hay muchas hipótesis abiertas y que se están haciendo “otras investigaciones que apuntan al receptor que utiliza el virus para invadir las células (en las espículas del virus SARS-CoV-2 hay una proteína S que puede abrir una especie de “cerradura” que protege a nuestras células) posible explicación del efecto en los niños, pues, simplemente podría estar en menor cantidad en las células de los más pequeños por una cuestión de edad biológica”.

Numerosos proyectos buscan una vacuna contra a la COVID-19. En esta carrera lo principal es comprobar que la vacuna sea segura, y luego optimizar el nivel de protección. / Imagen: Unsplash

Entender la lógica de la vacunación para los no expertos es complicado, al igual que valorar cuáles tendrían que ser los colectivos prioritarios en un escenario en el que la sociedad contase con una potencial vacuna frente a la COVID-19. En este sentido, Irene Maté, especializada en epidemiología, aclara que las vacunas buscan proteger al más vulnerable”, por lo que hay que valorar cómo funcionaría una vacuna en este colectivo y si no, probar en los grupos de población que los rodean para proteger siempre a los más débiles.

Si se contase con una vacuna frente a la COVID-19, “el personal sanitario debería ser uno de los targets principales para evitar así la transmisión del virus a otros enfermos”, pero todavía no está claro a quién se podrá dirigir, concluye la doctora. “Los niños, por la gravedad de la infección que padecen no serían el target principal, pero sí si son transmisores claros de la enfermedad”, explica Maté. Este dilema no es nuevo en el mundo de la epidemiología. Las estrategias de distribución de la vacunación son habituales para optimizar la magnitud y los efectos de la inmunidad colectiva. Maté pone de ejemplo el caso del meningococo, que es una enfermedad muy grave que afecta más a los niños muy pequeños y ancianos, pero que en la que los adolescentes son los principales portadores, a quienes se les administra la vacuna, que protege así indirectamente a los más pequeños”. 

Dory Gascueña para OpenMind

@dorygascu

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