El plástico ha formado parte inseparable de nuestra civilización desde hace más de un siglo, pero hoy somos muy conscientes de los dos grandes problemas que lo hacen insostenible, su origen y su destino: su procedencia del petróleo, con la huella climática que ello conlleva, y la contaminación plástica y microplástica que genera. Por el mundo se han extendido infinidad de medidas para buscar alternativas, sustitutos del plástico que puedan cumplir sus mismas funciones. Y si bien este es un movimiento necesario, no debemos olvidar que todo “sin” implica un “con”, es decir, algo en su lugar. Que no siempre es inocuo. ¿Son suficientemente sostenibles las actuales alternativas al plástico, o deberemos obtener nuevas soluciones?
En 1907 la obtención del primer plástico sintético, la baquelita, inauguró una era que llenó de plásticos la vida de los humanos. A mediados del siglo XX comenzaron a causar furor los plásticos de un solo uso, entonces contemplados como una gran innovación que ahorraba trabajo. En los años 70 se popularizaron las bolsas desechables, y el crecimiento de los plásticos fue imparable, aunque por entonces ya se empezó a alertar sobre la contaminación. El reciclaje del plástico comenzó a cobrar fuerza en los años 90, pero curiosamente y según reveló en 2020 una investigación de NPR y PBS, medios públicos estadounidenses, fueron las propias industrias petrolera y química las que promovieron esta práctica para vender más plástico, haciendo creer al público que todo se reciclaba.
Por supuesto, no es así. Cada año se generan 400 millones de toneladas de basura plástica y este material representa la gran asignatura pendiente del reciclaje, con solo un 9% que se recupera y que solo cubre el 6% de la fabricación de nuevos productos. Además, el plástico reciclado sufre una degradación que limita sus usos. En cuanto a impacto climático, los plásticos suman el 3,4% de las emisiones globales.
Por todo ello, hoy la tendencia empuja a cerrar el ciclo: prescindir de los plásticos. Aunque aún estamos infinitamente lejos de esto, la prohibición de las bolsas de un solo uso se ha extendido. En 2021 la Unión Europea retiró numerosos plásticos de un solo uso, incluyendo platos, cubiertos, pajitas de bebida, palos de globos y bastoncillos, además de recipientes y vasos de poliestireno. En 2023 se sumó la purpurina, una fuente de microplásticos.
Materiales sustitutivos no exentos de problemas
Pero esto no significa que todos estos productos desaparezcan, sino que deben fabricarse con otros materiales. Y aunque se intenta regresar a los de origen natural, fue precisamente a estos a los que el plástico reemplazó por su mayor versatilidad. Hoy se avanza para sustituir los plásticos tradicionales por los biodegradables, pero estos no necesariamente prescinden del petróleo. Sí lo hacen los bioplásticos, creados a partir de materia vegetal y otras naturales, pero no siempre son biodegradables; además pueden obligar a desviar recursos de la agricultura, por lo que se intenta aprovechar los desechos vegetales que no tienen otro fin.
En algunos casos los materiales sustitutivos del plástico generan sus propios problemas. Por ejemplo, el papel y otras materias vegetales han reemplazado al plástico en las pajitas para beber, pero un estudio de 2021 en EEUU reveló que estos productos contienen un tipo de sustancias llamadas perfluoroalquilos y polifluoroalquilos (PFAS), empleadas desde hace más de medio siglo y que suelen utilizarse para impermeabilización. Debido a su gran estabilidad, los PFAS se conocen popularmente como “forever chemicals”, o químicos eternos.
En 2023 otro estudio de la Universidad de Amberes (Bélgica) encontró resultados similares, no solo en las pajitas de papel sino también en las de bambú o vidrio, pero no en las de acero inoxidable. Los investigadores no pueden determinar si los PFAS se han empleado en su elaboración o si es un contaminante presente en las materias primas. Pero advierten: “la presencia de PFAS en pajitas basadas en plantas muestra que no son necesariamente biodegradables y que el uso de dichas pajitas contribuye potencialmente a la exposición humana y ambiental a PFAS”. El consejo del director del estudio, Thimo Groffen, es usar pajitas de acero “o simplemente evitar el uso de pajitas por completo”.
El peligro de los PFAS
Aunque esto no implica un nivel peligroso de exposición, los PFAS sí pueden serlo. Las compañías fabricantes de estos compuestos litigan contra las demandas sobre su peligrosidad y algunos investigadores opinan que la evidencia aún no es sólida, pero las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EEUU juzgan que existen suficientes pruebas de asociación con cáncer de riñón, crecimiento reducido en fetos y niños, disminución de la respuesta inmune y aumento del colesterol, además de otros posibles riesgos aún bajo análisis. Por todo ello, algunos PFAS como el ácido perfluorooctanoico (PFOA) y el ácido perfluorooctanosulfónico (PFOS) se están retirando, pero se sustituyen por otros, y existen casi 15.000 tipos distintos de PFAS.
En otros casos, la alternativa puede empeorar la factura medioambiental: la compañía Lego, la de los famosos juegos de construcción, inició un plan para reducir su enorme consumo de plástico mediante el reciclaje de botellas. En 2023 lo abandonó, alegando que los materiales adicionales necesarios y el aumento de energía requerido no recortarían, sino que aumentarían las emisiones.
Como Lego, muchas compañías continúan esperando el santo grial de las alternativas al plástico, versátil, funcional, duradero y barato como el tradicional, biodegradable, limpio como los bioplásticos y totalmente reciclable sin pérdida de calidad. La solución perfecta aún espera a ser descubierta.
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