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26 agosto 2020

Aliados naturales contra el plástico: algas, bacterias y hongos

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La contaminación por plástico y, especialmente, por microplásticos (menos de 5 milímetros de diámetro) es ya un problema ubicuo en el planeta Tierra: están presentes en tierra, mar y aire. Un estudio de varias universidades americanas ha determinado que incluso llueve plástico, en concreto un total de 1.000 toneladas al año, solo en las áreas protegidas de los parques naturales estadounidenses. El citado estudio concluye además que los microplásticos aéreos están en el rango respirable, lo que supone un riesgo directo para la salud humana.

Pero el aire no es la única vía por la que el plástico entra en el cuerpo humano, tal y como han demostrado científicos de la universidad de Victoria, que han revelado cómo ingerimos una cantidad media de 50.000 partículas de plástico al año, una cifra que se estima sea en realidad mucho mayor (dado que la investigación sólo ha analizado una muestra de alimentos y bebidas). Esta invasión por plásticos, que se ha producido solo en los últimos 70 años, exige acciones conjuntas y coordinadas en materia de legislación, educación para el reciclaje y limitaciones en el consumo. Pero el problema medioambiental ya está aquí, e incluso en un escenario en el que seamos capaces de frenarlo, la ciencia será necesaria para mitigar al máximo sus efectos. Además de desarrollar alternativas biodegradables al plástico, la comunidad científica va un paso más allá y busca aliados naturales para facilitar su biodegradación.

BACTERIAS QUE DIGIEREN POLIETILENO

La capacidad de la bacteria Ideonella sakaiensis 201-F6 para digerir el plástico de un solo uso, como el de las botellas de refrescos (polietileno tereftalato, PET), se conoce desde 2016. Los polietilenos son polímeros de carbono e hidrógeno muy resistentes a la descomposición biológica, tanto que se calcula que en 100 años se degradaría menos del 0,5%. Un equipo de científicos japoneses encontró una enzima clave precisamente en el proceso de degradación: la PETasa, que actuaría dividiendo las moléculas del plástico de tal forma que las citadas bacterias puedan absorberlo.

Siguiendo la estela de esta enzima, científicos de diferentes países (Reino Unido, Estados Unidos,Brasil o China, entre otros) estudian su estructura para replicar sus mecanismos. Ete el caso de un experimento llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) y del Departamento de Energía de Estados Unidos, que han conseguido optimizar la descomposición del plástico (hasta un 10% más rápido) mediante una mutación de esta enzima. Un paso más sería trasplantar esta enzima mutante a bacterias, capaces de sobrevivir a temperaturas de hasta 70 ºC, cuando el PET se vuelve viscoso y se disuelve más rápido.

El potencial revolucionario de estos experimentos está en el hecho de que todos los seres vivos contienen enzimas que sirven para acelerar reacciones químicas que ocurren en sus respectivos organismos, como digerir alimentos. Además, que la enzima PETasa puede digerir el plástico PET es muy relevante en términos medioambientales, ya que este tipo de plástico es una de las principales fuentes de contaminación.

HONGOS PARA DEGRADAR POLIURETANO

Esporas de Pestalotiopsis microspora / Imagen: wkimedia

La habilidad de los hongos para degradar poliuretano en superficies sólidas y líquidas fue confirmada en 2011 por investigadores de la universidad de Yale (EE.UU.) y San Antonio Abad del Cusco (Perú), que cultivaron hongos sobre sustratos con poliuretano plástico (PUR). El hongo Pestalotiopsis microspora, que vive en los vegetales, es capaz de alimentarse de plástico, incluso en ambientes con poco oxígeno (como podría ser un vertedero de residuos). El hongo Aspergillus tubingensis también fue aislado por científicos de Pakistán para evaluar su capacidad de degradar el poliéster poliuretano (PU), otro de los grandes contaminantes plásticos. Para ello cultivaron el hongo en un medio líquido durante varios meses, un periodo tras el cual el poliuretano se había descompuesto en trozos más pequeños.

ANIMALES Y ALGAS CONTRA EL PLÁSTICO

Este proceso de biodegradación dirigido por el hombre podría aplicarse también valiéndose de algunos animales y plantas. El gusano de la harina (que es en realidad la larva del escarabajo Tenebrio molitor) puede alimentarse de espuma de poliestireno (un plástico muy utilizado como aislante, por ejemplo) y sobrevivir igual que si lo hace con salvado, su dieta normal. La capacidad de estas larvas de degradar el plástico en su intestino fue demostrada en 2015 por científicos chinos de varias universidades, que comprobaron cómo, en un periodo de 16 días, el 47,7% del carbono de la espuma de poliestireno ingerido se convirtió en CO2 y el resto se extrajo como fécula y biomasa.

Tenebrio molitor Linnaeus /Imagen: Wikimedia

Según datos de Greenpeace, 12,7 millones de toneladas de plástico acaban en el océano cada año, así que contar con un aliado natural en el fondo marino sería fundamental. Aunque está más que comprobado el impacto negativo de los microplásticos en el ecosistema del océano y en los organismos (y microorganismos) que lo habitan, científicos de India, Sudáfrica y Malasia han descubierto que existen microalgas autóctonas (en Malasia) que pueden contribuir a la biodegradación de desechos de plástico en el medio marino. Las enzimas que sintetizan las microalgas debilitan los enlaces químicos del polímero del plástico, por lo que hace falta menos energía para degradarlo. El objetivo de los científicos es convertir los plásticos en metabolitos, es decir, sustancias naturales producidas durante el proceso de la digestión y otros procesos químicos de los seres vivos. De esta forma, la revolución del reciclaje de plásticos pasaría por utilizar elementos de la naturaleza para descomponerlos y volverlos a introducir en el ciclo natural.

Dory Gascueña para OpenMind

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