Cada 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Vida Silvestre, establecido por Naciones Unidas en 2014 para conmemorar la firma en 1973 de la Convención Internacional sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Este día nos recuerda que la naturaleza no solo es valiosa en sí, sino que dependemos de ella.
En 2009 un grupo de científicos liderado por Johan Rockström, del Stockholm Resilience Centre, y Will Steffen, de la Australian National University, definió un marco para medir nuestro impacto con indicadores en nueve procesos, nueve límites planetarios más allá de los cuales se sobrepasa la capacidad de autorregulación de la Tierra y su habitabilidad se ve comprometida. El último análisis, en 2023, concluyó que ya hemos traspasado seis de ellos. Los repasamos aquí, desde aquellos en los que aún estamos en el margen de seguridad hasta aquellos en los que estamos viviendo por encima de las posibilidades del planeta.
Depleción del ozono estratosférico
El límite planetario en el que nos encontramos más cómodamente dentro del margen de seguridad es el nivel de ozono estratosférico. En 1989 entró en vigor el Protocolo de Montreal que prohibió los clorofluorocarbonos. Desde entonces la destrucción de la capa de ozono ha descendido. El nivel de seguridad establecido por los científicos está en 276 unidades Dobson (DU), permitiéndose un 5% de reducción de los niveles preindustriales de 290 DU. Actualmente estamos en 284 DU, aunque es menor sobre la Antártida en la primavera austral.
Carga atmosférica de aerosoles
Este indicador se refiere a la polución atmosférica que afecta al clima y a los patrones de lluvias. La contaminación natural se ha duplicado desde 1750, sobre todo por el polvo sahariano. El nivel atmosférico de aerosoles se mide por la reducción de la luz del sol que llega a la superficie, dando lugar a una medida de profundidad óptica de aerosoles (AOD, en inglés). El límite planetario se establece en 0,25 y globalmente estamos en 0,14, aún en el margen seguro, aunque es mucho más alto en regiones concretas; por ejemplo, 0,4 en el este de China.
Acidificación oceánica
También seguimos dentro del margen seguro en acidificación de los océanos, aunque por poco. Los científicos utilizan como indicador la concentración de carbonato en la superficie del mar, menor a mayor acidez. El nivel preindustrial era de 3,44 y el límite establecido es el 80% de este, en torno a un 2,75. Actualmente estamos en un 2,8, si bien los científicos advierten de que empeora con el aumento de las emisiones de CO2.
Cambios en el uso de las tierras
En el resto de parámetros ya hemos superado el margen de seguridad. Para evaluar los cambios en el uso de las tierras, los científicos estudian el porcentaje de superficie de bosques que queda hoy respecto a la época preindustrial, con un límite global fijado en el 75%, que se desglosa en un 85% para los bosques boreales y tropicales, y un 50% para los templados. Hoy nos hallamos en un 60% en el indicador global, y los autores advierten de que la deforestación ha aumentado en la mayoría de las regiones desde la anterior evaluación en 2015.
Cambios en el agua dulce
En cuanto al agua, se evalúa la perturbación en el flujo del agua azul —superficial y subterránea— y la verde —disponible para las plantas—, analizando el área global de tierras en las que se han alterado dichos flujos naturales. En ambas superamos la frontera ya a comienzos del siglo XX; los valores actuales son un 18% en la azul, sobre el límite permitido del 10%, y casi un 16% en la verde, sobre el 11%.
Flujos biogeoquímicos
Este ámbito mide la perturbación de los ciclos globales de los elementos, centrándose por el momento en el nitrógeno (N) y el fósforo (P), bloques fundamentales de los seres vivos cuyos ciclos se han visto alterados por la agricultura y la industria. Para el N se valora su incorporación al sistema agrícola en teragramos (Tg, millones de toneladas) al año; estamos en 190, triplicando el límite de 62. En cuanto al P, se analiza su vertido global de los ríos a los mares, y por regiones en términos de fertilizante añadido a los suelos agrícolas. En el primero estamos en 22 Tg al año, el doble del límite de 11; en cuanto al segundo, el nivel actual es de 17, casi triplicando el límite de 6.
Cambio climático
Es evidente que en cuestión de cambio climático vivimos muy por encima de las posibilidades del planeta. Los científicos cuantifican dos magnitudes, la concentración atmosférica de CO2 en partes por millón (ppm) y los cambios en la proporción de la energía del sol que absorbe la Tierra. En cuanto al CO2, estamos en 417 ppm, por encima del límite de 350 que mantendría el calentamiento global en 1,5 °C, según el Acuerdo de París de 2015. En cuanto a la absorción de la luz solar (forzamiento radiativo), el límite es de 1 vatio por metro cuadrado, y el nivel actual es de 2,91.
Integridad de la biosfera
Con este concepto los autores de los límites planetarios toman el pulso a la salud de la biodiversidad terrestre. Para ello valoran dos parámetros. La diversidad genética se expresa en forma de tasa de extinciones por millones de especies-año. El límite máximo se establece en 10, aunque los científicos advierten de que debería rebajarse al 1; actualmente estamos al menos en más de 100, aunque la cifra real podría ser mucho mayor. El segundo parámetro, la diversidad funcional, es más complicado, y refleja el porcentaje de energía y material biológico disponible para los ecosistemas, descontando la proporción secuestrada por el ser humano. Deberíamos conformarnos con usar menos de un 10%. Traspasamos este límite a finales del siglo XIX, y hoy utilizamos un 30%.
Contaminación química
Por último, este límite define el vertido de contaminantes de todo tipo cuya inocuidad para el medio ambiente no se haya garantizado. Los científicos son tajantes: debería ser cero. Y aunque es muy difícilmente cuantificable cuál es la proporción de estos vertidos, una estimación calculó que en torno a un 80% de los químicos registrados en la regulación europea no habían pasado las pruebas de seguridad adecuadas para descartar un impacto ambiental.
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