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13 junio 2024

Tejidos innovadores para una moda más sostenible

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Hoy en día ningún ciudadano informado ignora qué industrias conllevan una profunda huella ambiental: los combustibles fósiles, la agricultura y la ganadería, el transporte, la energía… Pero rara vez se cita al elefante en la habitación: la moda es la tercera industria más contaminante, responsable de hasta el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y teniendo en cuenta que dos terceras partes de ello se deben a los materiales, la innovación en fibras textiles podría reducir sustancialmente el coste ambiental de esta industria.

BBVA-OpenMind-Yanes-Tejidos innovadores para una moda mas sostenible_1 Fibras vegetales obtenidas del loto (en la imagen), las algas o el maíz se presentan como opciones más ecológicas que el algodón, ya que consumen menos recursos. Crédito: Thierry Falise / Getty Images.
Fibras vegetales obtenidas del loto (en la imagen), las algas o el maíz se presentan como opciones más ecológicas que el algodón, ya que consumen menos recursos. Crédito: Thierry Falise / Getty Images.

Parece lógico pensar que las fibras naturales, como el algodón o la lana, deben ser más ecológicas que las sintéticas como el poliéster o el nailon, plásticos derivados del petróleo. El poliéster es hoy el rey de los materiales textiles, con un 65% del mercado frente al 21% del algodón. Su primacía es explicable: es una fibra barata, versátil y razonablemente duradera, incluso más que la natural. Pero teniendo en cuenta que su producción consume cada año unos 342 millones de barriles de petróleo y que sus emisiones de CO2 más que duplican las de una prenda similar de algodón, la recomendación sería ceñirse a las fibras naturales. 

Y sin embargo, aunque estas pueden ser comparativamente preferibles, su huella ambiental sigue siendo muy elevada. Son productos de la agricultura o la ganadería, dos de los sectores con mayor impacto climático. En general puede decirse que los tejidos naturales, si bien consumen menos energía que los sintéticos, se ven penalizados por el uso de tierras y agua. Por lo tanto, la innovación debería buscar materiales que no se cultiven, o cuyo cultivo recorte drásticamente el gasto de estos recursos esenciales.

De los crustáceos a las fibras vegetales 

Los tejidos naturales están compuestos esencialmente por celulosa (un polisacárido), como el algodón, o por proteínas, como la lana. Así, cualquier fuente de estos materiales o de otros con propiedades similares, como la quitina del caparazón de los crustáceos (el segundo polisacárido más abundante en la naturaleza después de la celulosa), es una posible materia prima. Entre las proteínas se exploran opciones como los residuos de la leche. En el caso de la celulosa existen alternativas de largo recorrido como el rayón o viscosa, con más de un siglo de historia y que se obtiene de la madera. Variaciones de aparición más reciente son el Modal o el Lyocell; este último prescinde de un compuesto tóxico utilizado en el rayón.

BBVA-OpenMind-Yanes-Tejidos innovadores para una moda mas sostenible_2 Tejidos naturales como el algodón están compuestos por celulosa. Así, cualquier fuente de estos materiales o de otros con propiedades similares, como la quitina del caparazón de los crustáceos, es una posible materia prima. Crédito: picture alliance / Getty Images.
Tejidos naturales como el algodón están compuestos por celulosa. Así, cualquier fuente de estos materiales o de otros con propiedades similares, como la quitina del caparazón de los crustáceos, es una posible materia prima. Crédito: picture alliance / Getty Images.

En la misma línea, fibras vegetales obtenidas del loto, las algas o el maíz se presentan como opciones más ecológicas que el algodón, ya que consumen menos recursos. Pero si se trata de no requerir un cultivo específico, una opción interesante son los residuos de alimentos o la parte de ellos que no se aprovecha. Algunos ejemplos que se están aplicando son el peciolo de los plátanos, las hojas de la piña, la piel y pulpa de la naranja o los restos del café molido. 

 

Algunas compañías ya producen estos tejidos: la italiana Orange Fiber utiliza parte de los 700 millones de toneladas de residuos de la industria siciliana del zumo de naranja. La española Carmen Hijosa creó el Piñatex, un material innovador que imita el cuero y que se fabrica a partir de hojas de piña. Lo comercializa Ananas Anam y lo utilizan marcas como Nike. 

Para prescindir de la polipiel petroquímica se fabrican nuevos materiales similares al cuero obtenidos de hongos o residuos agrícolas, como corteza de árbol, maíz, cactus, piel de manzana, flores o incluso el kombucha. Crédito: ANGELA WEISS / Getty Images.

Este es uno de los materiales que impulsan el mercado del cuero vegano; más allá de las objeciones éticas al cuero natural para parte de la población, lo cierto es que a este material se le atribuye además una factura ambiental más costosa que a su principal sustituto artificial, el poliuretano, derivado del petróleo. Para prescindir de la polipiel petroquímica se fabrican nuevos materiales similares al cuero obtenidos de hongos cultivados en serrín o residuos agrícolas, entre otras fuentes vegetales como corteza de árbol, maíz, cactus, piel de manzana, flores o incluso el kombucha, un cultivo simbiótico de bacterias y levaduras que se utiliza para fermentar la bebida del mismo nombre.

Factores limitantes: precio y coste ambiental

No obstante y sin desmerecer los beneficios de estos nuevos materiales como el menor consumo de agua y tierras, no todo son ventajas, ya que la fabricación a menudo incluye procesos y compuestos que lastran su coste ambiental. La fibra de naranja utiliza también pulpa de madera, como el rayón, y el Piñatex, cuyo material de origen es biodegradable, incluye derivados del petróleo en su procesado. Según escribía la investigadora Jane Wood, del Instituto de Moda de la Universidad Metropolitana de Manchester, “esta es un área que debe resolverse para cumplir las demandas de un producto completamente sostenible”.

Si se trata de no requerir un cultivo específico, una opción interesante son los residuos de alimentos o la parte de ellos que no se aprovecha, como las hojas de la piña. Crédito: Sepia Times / Getty Images.

Lo anterior se refiere a los materiales de origen biológico. Pero los expertos señalan que una verdadera transformación de la industria exige actuar sobre el rey del mercado, el poliéster. Una propuesta es el reciclaje, fabricar textiles a partir de la basura plástica, como las botellas de agua, lo que reduce el uso de materia prima y puede recortar a la mitad el consumo energético y las emisiones de CO2. Esta reconversión de los residuos plásticos en ropa se presenta como una vía para mitigar la contaminación; sin embargo, prolonga el problema de los microplásticos, abundantes en el medio ambiente y en los seres vivos, y una de cuyas fuentes principales es el lavado y desechado de las fibras sintéticas.  

En resumen, las propuestas son muy numerosas, pero siempre hay un factor limitante: el precio. “Los fabricantes textiles deben crear beneficio para ser negocios viables”, apunta Wood, y esto implica que cualquier tecnología costosa y sofisticada tendrá que competir en precio. Voces de expertos piden al público que abandone la actual fast fashion en favor de la tradicional slow fashion, que consuma menos ropa y más cara, estire más la vida útil de las prendas, reutilice y compre de segunda mano; pero según escribía en Harvard Business Review Kenneth Pucker, profesor de la Universidad Tufts, “pedir a los consumidores que cuadren su intención con su acción y que compren moda sostenible más cara no está funcionando”. 

Javier Yanes

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