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28 julio 2021

Energía y desigualdad, un matrimonio muy bien avenido

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La humanidad es una devoradora insaciable de energía. El consumo de este recurso esencial no ha dejado de crecer y ni siquiera las sucesivas crisis político-energéticas del siglo pasado (1973, guerra del Yom Kipur; 1979, guerra Irán-Irak; 1990, primera guerra del Golfo Pérsico; 2003, segunda guerra del Golfo Pérsico) ni la gran crisis económica de 2008 han frenado esa tendencia, solo ha habido un ligero descenso el pasado año 2020 debido a la pandemia. La siguiente figura recoge la evolución histórica del consumo de energía primaria habido en el planeta durante los dos últimos siglos, expresado en TWh (1 TWh = 1 billón de Wh):Energía consumida en el planeta (TWh) en los dos últimos siglos. Fuente de la imagen

Energía consumida en el planeta (TWh) en los dos últimos siglos.
Fuente de la imagen: Our World in Data

En 2019 el consumo fue de ~160.000 TWh y a la vista de la gráfica anterior, parece claro que esa tendencia no se va a frenar en el futuro próximo.

El consumo energético, el mejor indicador de la desigualdad

Cuando se analizan datos de consumos globales de energía (o de cualquier otra magnitud), es imperativo distinguir regiones, países, etc., pues de otro modo, perdemos detalles capitales. En general, estas estadísticas siempre presentan valores “promedio” y hay que tener mucho cuidado con los “promedios” pues mediante ellos se uniformizan casuísticas muy diversas. De hecho, si miramos el consumo energético por persona y año en todo el planeta, nos encontramos con una distribución muy desigual, tal y como muestra la siguiente imagen:  Consumo energético por persona durante 2019 en todos los países de la Tierra. Fuente de la imagen: Our World in Data

Consumo energético por persona durante 2019 en todos los países de la Tierra.
Fuente de la imagen: Our World in Data

Dependiendo de la tonalidad de cada país nos movemos desde los colores más claros, en los que el consumo de energía está por debajo del límite de subsistencia a los colores más oscuros, donde el consumo energético es muy elevado.

Para analizar con más detalle los datos del mapa anterior, en la siguiente figura muestro, en el eje vertical, el consumo diario de energía primaria per cápita durante 2019 (expresado en kWh) para los 90 países más poblados de la Tierra,  que representan la mitad de los estados existentes y el 90% de la población mundial. En el eje horizontal muestro el PIB per cápita de los mismos países, expresado en dólares del año 2018: 

Las escalas de ambos ejes son logarítmicas. La línea roja indica un consumo energético de 3.5 kWh al día, que se considera el mínimo de subsistencia. Señalados en la gráfica están el país más pobre de la Tierra en términos de consumo energético (Chad), el más rico (Qatar) y España, que pertenece al club de lo que denomino primer mundo energético
Fuentes: Our World in Data para el consumo energético (2019) y Fondo Monetario Internacional para el PIB per cápita (2018).

Los datos del eje vertical muestran la energía primaria per cápita consumida a diario, contabilizadas todas las fuentes de energía. Esa energía es la que se transforma en otras fuentes secundarias para su utilización práctica: electricidad, calor, frío, energía mecánica para mover vehículos, etc. En otras palabras, los datos, aunque expresados en kWh, indican el consumo de todas las fuentes de energía accesibles a cada ciudadano de cada país (no confundirla con energía eléctrica, pues ésta representa únicamente el 15-20% del total de energía consumida a diario). Los países en los que el consumo de energía diario per cápita está por debajo de 3,5 kWh sufren pobreza extrema -entre otro sin fin de desdichas-, ya que se considera que 3,5 kWh es el consumo mínimo diario de energía primaria que necesita una persona que realiza alguna actividad para subsistir. Los países en los que se dan estas circunstancias son los que se sitúan por debajo de la línea roja de la gráfica.

Atendiendo al consumo energético per cápita, los países de la tierra se pueden agrupar en cuatro grandes bloques:

Menos de 3.5 kWh (pobreza energética extrema): África subsahariana (Gambia, Sierra Leona, Níger, Chad, Rep. Dem. Congo, Guinea, Mali, Burkina Fasso), así como ciertos países de Asia (Nepal, Camboya).

3.5-50 kWh (pobreza energética elevada o muy elevada): Centroamérica (El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras. Son los más pobres del grupo, con consumos energéticos diarios per cápita de entre 10 y 15 kWh), ciertos países de América del Sur (Ecuador, Bolivia, Colombia), sur de África (Mozambique, Angola, Zimbawe), ciertos países asiáticos (Bangladesh, Pakistán, Afganistán, Mongolia, Indonesia) y del Medio Oriente (Jordania).

50-100 kWh (países con consumo energético medio): Europa (Rumania, Grecia, Hungría, Serbia); Asia (China, Irán); América (México, Argentina, Brasil, Venezuela); África (Argelia, Egipto, Sudáfrica)

Más de 100 kWh (primer mundo energético): todos los países de Europa Occidental, Oceanía, América del Norte (salvo México), Japón, Rusia. Mención especial merecen los Estados del Golfo Pérsico (Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Kuwait, Arabia Saudí), en los que el consumo diario promedio supera en todos los casos los 250 kWh, de manera que se puede decir que en los países de los dos últimos bloques el consumo de energía constituye más bien un auténtico empacho (en particular en los estados del Golfo Pérsico, donde podemos hablar de un derroche energético extremo).

El consumo diario de energía primaria per cápita en el planeta promedia los 60 kWh, superior en 17 veces al mínimo de subsistencia, que como ya se ha dicho se cifra en 3.5 kWh. Como la población de la tierra es de unos 7.000 millones de seres humanos, las cifras anteriores se traducen en que, si el reparto fuera más equitativo, se podrían cubrir las necesidades energéticas de cerca de 120.000  millones de personas. Visto así, el problema energético no es un problema de escasez del recurso, si no de despilfarro en su uso, y de enorme desigualdad en el reparto global de su consumo, ya que el 20% más rico de la población mundial consume el 80% de todos los recursos energéticos.

Las diferencias entre los ciudadanos más ricos del planeta y los más pobres son sencillamente clamorosas. En la siguiente Tabla se indican los cocientes para el PIB per cápita y para el consumo energético per cápita, dividiendo las cifras correspondientes a cada término de un qatarí promedio entre las de un ciudadano chadiano promedio. De acuerdo con la gráfica precedente, Qatar es el país de mayor riqueza en términos de PIB per cápita, así como de mayor consumo energético diario per cápita; Chad es el país de mayor pobreza energética per cápita del planeta:

Energia-desigualdad_SP

Cociente entre el PIB per cápita para un ciudadano promedio de Qatar y uno de Chad (segunda columna) y mismo cociente para el consumo energético diario per cápita de dos ciudadanos de las mismas nacionalidades (segunda columna)

La desproporción en términos de PIB es enorme, pero en términos de consumo energético es descomunal: un ciudadano qatarí consume a diario más de 2.000 veces la energía que consume un chadiano. El consumo diario de energía de un qatarí promedio permitiría satisfacer las necesidades mínimas de 180 personas, mientras que el de un chadiano promedio es unas diez veces inferior al mínimo diario de subsistencia energética.

En definitiva, la energía es uno de los indicadores que mejor cuantifica las desigualdades del planeta. Ahora que estamos inmersos en una transición energética hacia fuentes más sostenibles que las dominantes durante los dos últimos siglos, se debería contemplar esta cuestión con vistas a mitigar, en la medida de lo posible, las desigualdades señaladas.

Ignacio Mártil

Catedrático de Electrónica de la Universidad Complutense de Madrid

y miembro de la Real Sociedad Española de Física

Autor del libro Energía solar: De la utopía a la esperanza (Análisis y crítica)

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