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15 julio 2020

Teletrabajo, videoconferencias y la caverna de Platón

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“-Es una extraña escena y unos extraños prisioneros- dijo Glaucón”    (Platón, República, Libro VII)

La experiencia de la COVID-19 ha potenciado en gran parte del mundo, al menos en aquellos que pueden permitírselo, la implantación del teletrabajo. Un reciente informe de Gartner estimaba que tras la pandemia un 48% de la fuerza laboral mundial teletrabajará frente al 30% que lo hace actualmente. En España, la incidencia del trabajo virtual ha pasado de hecho del 5 al 34%. Parece como si el viento de la Historia o más exactamente el de la tecnología que se ha erigido en la Historia, rolase a favor de un “teletrabajo estructural” más allá del coronavirus, con modelos mixtos de trabajo presencial y virtual.  

Y sin embargo ante este movimiento de trabajo en remoto que se presenta a si mismo tan imparable como evidente en sus beneficios, se echa en falta un análisis de las amenazas que plantea. Y que afectan tanto a las personas y sus tareas como a la misión misma de las empresas y su cultura organizacional. De entre ellas, quisiera destacar dos aquí: 

i) la modificación de los mensajes en los encuentros virtuales 

ii) la distorsión de la percepción propia y de los otros en esas interacciones.

El medio es el mensaje también en “Teams

Hace ya algunas décadas un lúcido pensador visionario experto en la comunicación como fue McLuhan 1 anticipó su célebre aforismo de que también en nuestro tiempo “el medio es el mensaje”. Lo enunció como una cuestión de hecho, pero también como un aviso y llamada de atención. Vaticinaba así no solo la importancia creciente de los mass-media, especialmente de la televisión, sino la progresiva  modificación del hombre por parte de la tecnología (preferentemente electrónica) ya que el medio de comunicación influye, determina y nos moldea, más allá de nuestra voluntad. Y si este medio es televisivo como sucede actualmente con herramientas de reuniones como Teams, entonces determina radicalmente no solo el mensaje sino nuestra representación corporal misma y la percepción del otro participante. Hace ya más de cien años Thoreau expreso de forma gráfica este fenómeno  contemplando la construcción de las vías del ferrocarril en Canadá: “No nos montamos en las vías, ellas nos montan a nosotros”. Trasladado a nuestra realidad de ahora, no es Teams como medio quien se adapta a nosotros sino nosotros a Teams

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La pandemia de la COVID-19 ha acelerado el crecimiento del teletrabajo a nivel global. Créditos: Kentaro Toma, Unsplash

Pero si el medio es el mensaje, entonces los mensajes cruzados en nuestras conversaciones, discusiones y decisiones durante nuestras reuniones virtuales de trabajo no serán los mismos, aunque no nos demos cuenta, que los que se intercambian en modo “real” donde el medio es el cara a cara, corporalmente presente 2 . Las implicaciones que esta derivada tiene para los equipos de trabajo y la calidad de su toma de decisiones, también las de un Comité de Dirección o un Consejo, me parece que no han sido suficientemente evaluadas todavía por las organizaciones. Y pensemos cuántas reuniones virtuales ejecutivas con sus decisiones asumidas, muchas de ellas críticas, han sucedido durante el confinamiento de 80 días.  

El fracaso educativo experimentado en la Universidad durante la pandemia de las sesiones virtuales como sustitutivas de las presenciales, estriba en gran parte en que los mensajes del docente no eran ya  los mismos a través de su presencia digital televisada ni los mensajes de feedback (que se reducían drásticamente) por parte del alumnado “virtual” tampoco. Y si eso ha sucedido de forma empobrecedora en la transmisión y recepción de la docencia, podemos suponer que el fenómeno de las videoconferencias empresariales ha producido sin duda una merma de calidad.

Imagen personal frente a presencia personal en la videoconferencia

Junto a la modificación del mensaje nos encontramos con que estas interacciones virtuales del trabajo en remoto alteran también sustancialmente nuestra co-presencia física acostumbrada. Mientras que en estas percibíamos la corporalidad inmediata de los demás participantes, en la pantalla de nuestro PC percibimos la apariencia de los demás digitalizada y comprimida al marco de nuestra pantalla. No se nos presentan, pues, los demás de forma inmediata sino mediatamente merced a su conversión electrónica por la que vemos imágenes de personas, recortada cada una en su ventana correspondiente, en lugar de las personas mismas. Pero la imagen, por muy fidedigna que pueda ser en su resolución, no es lo mismo que lo representado por ella y sí en cambio se interpone (creando además su propio mensaje) entre ese participante corpóreo y yo. 

Por utilizar la afortunada alegoría del pasaje de la caverna de Platón, en nuestra reunión en remoto percibimos los reflejos de los demás asistentes como los prisioneros en su bancada veían las sombras proyectadas de los objetos reales. Y también como aquellos encadenados, los percibimos desde un punto fijo impuesto por el ángulo de la cámara del ordenador sin posibilidad de variar el punto de vista y sin relieve.

Teletrabajo
Nuestro comportamiento, lenguaje y aprendizaje ante una imagen no son los mismos que ante la realidad. Créditos: Dabriel Benois, Unsplash

Pero nuestro comportamiento, lenguaje y aprendizaje ante una imagen no son los mismos que ante su corporeidad real que le da sustento, como Platón nos enseña en el mito. Lo cual supone implicaciones relevantes para una organización que vaya a orientarse al co-trabajo virtual en términos de intercambio de conocimientos, conductas deseadas, fortaleza cultural y fluidez de la organización informal espontánea. 

Por otra parte, al no ser nosotros, ni los demás, imágenes surge la incomodidad, no siempre consciente, de cómo nos percibimos a nosotros mismos en la reunión virtual, carentes por ejemplo de espontaneidad postural y de no tener un referente visual y facial claro. Y al mismo tiempo de cómo percibimos a los demás que son vistos “fragmentariamente”, ocultados tras una representación electrónica de ceros y unos. Ello explica las inhibiciones, silencios, “ausencias”, extrañezas y demás fenómenos característicos 3 que se están dando en el desarrollo de las reuniones con independencia de los niveles jerárquicos involucrados. Y que reafirman el alcance presente de la sentencia “el medio es el mensaje”. 

El empobrecimiento que estamos experimentando en estas interacciones virtuales en el mundo profesional confirma otra gran intuición de McLuhan: que la extensión de lo humano que implican las nuevas tecnologías de la comunicación supone al mismo tiempo una amputación de ese mismo ser humano. Y por lo tanto de sus actitudes, conductas y motivaciones. Asuntos que no debemos soslayar so pena de acabar como los prisioneros platónicos, también en nuestro desempeño profesional. 

Notas

1. Marshall McLuhan, Understanding Media: The Extensions of Man, MIT Press, 1994.

2.  Lo mismo ocurre, claro está, en la experiencia de las reuniones familiares o personales por medio de Party u otras aplicaciones semejantes, tan frecuentes durante  el confinamiento.  

3.  Fenómenos que también  se dan en las interacciones familiares o personales televisadas por Skype o Party. 

Ignacio García de Leániz Caprile

Profesor de Recursos Humanos/ Consultor

Universidad de Alcalá de Henares

 

 

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