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21 septiembre 2016

Los marcianos que nunca llegaron: H. G. Wells y ‘La guerra de los mundos’

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Marte es un viejo conocido de la humanidad, documentado desde el Antiguo Egipto hace más de 3.500 años. Pero fue tras la invención del telescopio en el siglo XVII cuando los astrónomos comenzaron a entender que aquel planeta compartía mucho en común con el nuestro, como casquetes polares, inviernos y veranos, y una fisonomía que fácilmente podía interpretarse como una versión de la Tierra virada al rojo; y por lo tanto, con sus mares y continentes. ¿Cómo no imaginar que al otro lado del espacio habría también alguien observándonos?

En el siglo XIX, incluso científicos reputados admitían la posibilidad de vida en Marte, imaginado como un gemelo menor de la Tierra. Así, no resultaba chocante que, cuando el 2 de agosto de 1894 la revista Nature publicó un breve artículo informando de una extraña “proyección luminosa” en la frontera entre luz y sombra en la superficie de Marte, el anónimo autor del texto sugiriera que el fenómeno reavivaría “la vieja idea de que los marcianos nos están haciendo señales”.

El biólogo británico y autor de ‘La guerra de los mundos’, Herbert George Wells. Crédito: Frederick Hollyer, Biblioteca de la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas de Londres

Aquel artículo no pasó inadvertido para un joven escritor, un biólogo británico llamado Herbert George Wells (21 de septiembre de 1866 – 13 de agosto de 1946) que seguía con interés los avances de su época. Según relata a OpenMind el profesor emérito de Historia Internacional de la Universidad Kingston de Londres (Reino Unido) Peter Beck, autor del nuevo libro The War of the Worlds: From H. G. Wells to Orson Welles, Jeff Wayne, Steven Spielberg and Beyond (Bloomsbury Publishing, 2016), en octubre de 1888 Wells participó en un debate estudiantil en el que defendió la idea de que “había todas las razones para suponer que la superficie de Marte estaba ocupada por seres vivos”.

Marcianos disparando a la Tierra

Añádanse a esto la impresión que a Wells le había producido el paisaje industrial de las fundiciones de Staffordshire y una conversación que mantuvo con su hermano sobre una hipotética invasión alienígena; el resultado de este cóctel fue La guerra de los mundos (1898), en la que Wells se permitía la pequeña maldad de matar a sus vecinos de Woking de formas “dolorosas y excéntricas”, según escribió en una carta. En la novela, las luces descritas en Nature, en realidad un efecto óptico, eran los fogonazos del enorme cañón que disparaba las naves marcianas hacia la Tierra.

Algunas de las portadas con las que apareció publicada la obra ‘La guerra de los mundos’. Crédito: Wikimedia Commons

La guerra de los mundos ha perdurado hasta hoy como la novela paradigmática de la invasión alienígena. Y lo cierto es que, para la visión de la época, había un motivo para tanta hostilidad: envidia de nuestro mundo cálido y húmedo por parte de los habitantes de un planeta moribundo. El astrónomo Percival Lowell postuló la existencia de canales artificiales en Marte, construidos para irrigar sus grandes desiertos con sus menguantes reservas de agua. Lowell se basó en las observaciones del italiano Giovanni Schiaparelli, que había descrito formaciones rectilíneas en Marte. En su novela, Wells mencionaba a Schiaparelli, pero no a Lowell; la invasión de La guerra de los mundos no estaba motivada por la desertización, sino por el enfriamiento progresivo de Marte. Pero ¿había leído Wells a Lowell? “Entiendo que aún hay debate al respecto”, señala Beck.

Pero es innegable que el Wells científico se mantuvo muy vivamente interesado en el planeta vecino. En 1896, mientras escribía su novela, publicó en el periódico Saturday Review un breve artículo titulado Intelligence on Mars en el que resumía su visión de Marte. Inspirado por su formación en biología como alumno del evolucionista Thomas Henry Huxley, conocido como “el Bulldog de Darwin”, Wells sugería que los marcianos serían muy diferentes a los humanos; suponer lo contrario sería “naíf”, escribió.

Ilustración de Wells para su artículo ‘Cosas que viven en Marte’ de 1908. Crédito: H. G. Wells

En 1908, un decenio después de la publicación del libro, Wells expandió su teoría sobre la vida marciana en un artículo en la revista Cosmopolitan. En The Things that Live on Mars, el autor especulaba sobre las formas de vida en Marte: plantas más altas debido a la menor gravedad, animales con espaciosos pulmones que volaban, trepaban o nadaban, y una especie inteligente que, desdiciéndose de su apuesta anterior, definía como de aspecto “cuasihumano”. Y aquí ya no hay dudas sobre la influencia de Lowell y sus canales: Wells citaba al estadounidense como su “amigo”, y su teoría como “muy convincente”.

Marte como crítica al imperialismo

Wells no volvió a ocuparse de Marte, y sus convicciones socialistas fueron guiando su trabajo literario hacia un terreno más político. Para ciertos estudiosos, incluso La guerra de los mundos no es tanto ciencia-ficción como alegoría política del clima previo a la Primera Guerra Mundial. Según la portavoz de la H. G. Wells Society, la escritora Emelyne Godfrey, “La guerra de los mundos es una crítica del imperialismo y de la arrogancia humana”. La escritora explica a OpenMind que Wells estaba influido por The Battle of Dorking, una ficticia invasión alemana de Gran Bretaña publicada en 1871 por George Tomkyns Chesney.

Beck coincide con este diagnóstico: el relato de una guerra interplanetaria “permitió a Wells avanzar preocupaciones serias sobre el mundo contemporáneo; usó a los marcianos para especular, predecir, advertir y exhortar a la sociedad a reevaluar los modelos de pensamiento existentes, o en caso contrario a atenerse a las consecuencias”. De hecho, las máquinas marcianas anticiparon el traslado de la guerra desde los campos de batalla a las ciudades, algo que el siglo XX convertiría en tristemente real.

Tampoco la tecnología fue el principal interés de Wells, según escribe en un reciente artículo en Nature el profesor de la Universidad de Durham (Reino Unido) Simon James. Y con todo, el autor tiene bien ganada su fama como profeta tecnológico: el humo negro de los marcianos y su rayo de calor se han equiparado a las armas químicas y al láser, respectivamente. Y el inventor de los cohetes propulsados por combustible líquido, Robert Goddard, citó la novela de Wells como su inspiración esencial.

En cuanto a Marte, hoy sabemos que es un planeta gélido, desierto y sin atisbo aparente de vida. Quizá la realidad habría decepcionado a Wells. Pero su novela acuñó la mitología del “marciano” como el invasor alienígena hostil, y figuras como Stephen Hawking han advertido de que un posible contacto con una civilización extraterrestre superior resultaría en la inevitable destrucción de la nuestra. Aún no podemos descartar que la profecía de Wells llegue un día a hacerse realidad.

Javier Yanes para Ventana al Conocimiento
@yanes68

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