Hace ya cinco años que estalló una crisis financiera sin precedentes y rápidamente arrolló a países, ciudadanos, empresas e instituciones de toda índole. Desde entonces, hemos recibido una explicación tras otra acerca de cuáles habían sido las causas de haber llegado a esta situación. No es mi intención entrar en ellas.
Permitidme darle a este post un halo de optimismo y esperanza, y jugar a creer que un futuro mejor está por venir. No quiero con ello desconectar de la realidad: amigos, familiares, noticias… nos recuerdan cada día lo que hoy tenemos.
Pero no podemos quedarnos ahí porque queremos algo distinto y ese “algo distinto” debe ser nuestro motivo de acción para dibujar los siguientes pasos. Es hora de accionar.
¿Qué estamos aprendiendo de estos años?, ¿qué futuro queremos?, ¿cómo vamos a construirlo?
La pérdida de principios, sistema de valores, integridad y comportamientos éticos han llevado al mundo (personas) a cometer errores. Tampoco es mi intención buscar “culpables”. En mi opinión, esta es la gran oportunidad de aprendizaje que nos podemos llevar para ese futuro deseado. Los gobiernos e instituciones han de contribuir a su desarrollo e intervenir si fuese necesario para corregir prácticas inadecuadas.
El respeto, modelos sostenibles, la innovación y la tecnología al servicio de las personas, la transparencia, definir unas formas de hacer diferenciales y la confianza entre nosotros pueden ser, bajo mi punto de vista, un buen hilo conductor del hoy al mañana.
Y hoy, causalmente, tenemos magníficos ejemplos de liderazgo a nuestro alrededor, personales, profesionales y empresariales. Personas y organizaciones que están trabajando para construir un futuro mejor y que, sin lugar a dudas, invitan a vivir con una actitud positiva.
Como escribió Aldous Huxley, “la experiencia no es lo que le sucede a las personas, sino lo que las personas hacen con lo que les sucede”
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