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10 mayo 2019

Reinventar los retretes para cambiar el mundo

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Desde la segunda mitad del siglo XIX, el ser humano viene disfrutando del retrete más o menos tal como hoy lo conocemos. Frente a las antiguas letrinas y otros sistemas más toscos, la cisterna y el tubo de desagüe en forma de S permitieron disponer de un lugar dentro del propio hogar donde hacer las necesidades sin padecer ninguna de sus desagradables consecuencias; tirar de la cadena y listo. Y aunque a menudo suele olvidarse citarlo como uno de los mayores avances de todos los tiempos, lo cierto es que no podríamos imaginar la civilización sin el inodoro.

Sin embargo, aún hoy el retrete continúa siendo un lujo inalcanzable para gran parte de la humanidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo el 39% de la población tiene acceso a una red de saneamiento segura; 2.300 millones de personas no disponen siquiera de una letrina. El problema es que el inodoro se concibió en las sociedades desarrolladas para las sociedades desarrolladas; allí donde no existen canalizaciones de agua y residuos ni plantas de tratamiento, el artefacto en sí es perfectamente inútil.

Solo el 39% de la población tiene acceso a una red de saneamiento segura. Crédito: Olli Pitkänen

Para una gran parte de la población mundial, esta carencia es mucho más que una incomodidad; es un riesgo letal. Según la OMS, cada año mueren 280.000 personas a causa de enfermedades diarreicas provocadas por un saneamiento inadecuado, aunque otros organismos estiman cifras aún más abultadas. A ello se une la transmisión de infecciones como el cólera, la disentería, la hepatitis A, el tifus o la polio, además de diversas parasitosis tropicales. Al menos un 10% de la población, estima la OMS, come alimentos regados con aguas residuales.

La innovación de Gates

En 2011 la Fundación Bill y Melinda Gates, dirigida por el cofundador de Microsoft, lanzó la campaña Reinvent the Toilet Challenge. Su objetivo es promover la innovación tecnológica en retretes que no requieran conexión a redes de saneamiento, de agua ni de electricidad, que eliminen los microorganismos patógenos y reciclen recursos como la energía, el agua y los nutrientes, que puedan operarse por menos de 5 centavos de dólar por usuario al día, y que puedan instalarse y fomentar el emprendimiento en regiones urbanas deprimidas.

Tratándose de Bill Gates, la económica es una faceta que el proyecto no deja de lado. Aunque entidades como el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Asiático y el Banco de Desarrollo Africano impulsan la ampliación del saneamiento en áreas urbanas del tercer mundo, el exCEO de Microsoft cree que el camino es otro: directamente, prescindir de las redes de saneamiento. Y según Gates, los retretes reinventados no solo ahorrarán 233.000 millones de dólares en costes de enfermedades, sino que además crearán un negocio emergente que para 2030 facturará 6.000 millones de dólares al año.

Varias instituciones de todo el mundo recogieron el guante lanzado por Gates, que hasta la fecha ha apoyado los proyectos de 16 equipos de investigación con un total de 200 millones de dólares y ha prometido 200 más para los próximos años. Una de las soluciones en desarrollo, del Instituto Tecnológico de California, consiste en un retrete alimentado por energía solar y equipado con un reactor electroquímico que degrada los residuos para producir fertilizante e hidrógeno. A su vez, este gas puede almacenarse en pilas de combustible para suministrar energía en ausencia de luz solar. Otro prototipo, de la Universidad de Loughborough (Reino Unido), carboniza los residuos para generar sales y agua limpia, alimentándose con la combustión del carbón biológico producido.

Un tercer diseño, de la Universidad de Toronto (Canadá), seca e incinera las heces a baja temperatura durante 24 horas, mientras que la orina pasa por un filtro de arena y se desinfecta por luz ultravioleta. Según cuenta a OpenMind la directora de este proyecto, la ingeniera química Yu-Ling Cheng, ya se está abordando la fase de desarrollo del producto. “Las principales innovaciones tecnológicas ya se han desarrollado y ahora nos estamos centrando en la reducción de costes, mejorar la operabilidad y abordar todos los detalles necesarios para un producto comercial viable”, explica.

La Universidad de Toronto trabaja en un diseño que seca e incinera las heces. Crédito: University of Toronto

Primeras pruebas en el mundo real

Algunas de las propuestas ya se están abriendo camino hacia sus primeras pruebas en el mundo real en lugares como Durban, una ciudad sudafricana que crece a un ritmo mayor que sus infraestructuras de saneamiento. Allí se está probando el Nano Membrane Toilet de la Universidad de Cranfield (Reino Unido). Se trata de un inodoro cuyo recipiente bascula para vaciarse y limpiarse por barrido sin consumir agua, depositando los residuos en un contenedor interno.

Desde allí, los sólidos son transportados por un tornillo de Arquímedes para secarse y quemarse, aportando energía al procesamiento del líquido a través de una membrana que produce agua apta para lavar o regar. “Aún estamos trabajando en la integración de ciertos componentes, como la membrana y la cámara de combustión, con el vaciado y el tornillo”, señala a OpenMind Alison Parker, la responsable de comunicación del proyecto.

Proyectos como el de Cranfield dependen en gran medida del funcionamiento mecánico de ciertos componentes que deben operar correctamente en duras condiciones y con un mantenimiento mínimo. En otros casos, el obstáculo es lograr que la alta tecnología desarrollada en el laboratorio pueda llevarse al terreno con el estricto límite de costes impuesto por el reto de Gates.

Este es el caso del retrete desarrollado por la Universidad de Duke, que emplea electrodos de diamante dopado con boro para el tratamiento electroquímico del agua residual. Dado que este material no es precisamente barato, los investigadores han tanteado otras alternativas. “En lugar de experimentar para encontrar el mejor material para la tarea, sin importar el coste, encontramos una solución no tan buena, pero suficientemente buena y mucho más barata”, apuntaba Jeffrey Glass, uno de los responsables del proyecto. Gracias a este cambio, el retrete de Duke ya se está ensayando en Durban y en una fábrica textil de India.

Aún es pronto para saber si estos u otros proyectos en marcha llegarán a cuajar en productos de uso común. Pero además del objetivo principal de llevar saneamiento a donde no lo hay, Gates confía en que estos retretes de nueva generación se conviertan también en una opción deseable para los ciudadanos de los países desarrollados, como alternativas a los tradicionales. “El retrete no ha cambiado realmente en más de un siglo”, dice Gates. Ya es hora.

Javier Yanes     

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