Cada vez más hábil en lo mecánico y más capaz en lo analítico, la robótica agrícola está llamada a compensar el déficit de mano de obra humana y a producir más con menos.
El agro del futuro propone uno de esos desafíos tecnológicos, económicos y humanos particularmente enrevesados por su combinación de variables. Por un lado, crece la población planetaria y en consecuencia la necesidad de alimentar esas bocas cada vez más longevas; por otro, algunos efectos del cambio climático como el empobrecimiento del suelo fértil, junto con las restricciones normativas a herbicidas y fertilizantes, podrían mermar la productividad.
Tanto la diáspora hacia las ciudades como las expectativas profesionales —la falta de relevo generacional en los oficios agropecuarios o la falta de cualificación tecnológica, por ejemplo— unido al envejecimiento de la población, contribuyen a la escasez de mano de obra. En este sentido, la OCDE ha publicado un informe sobre ese déficit estructural de brazos y la necesidad de equilibrar la seguridad alimentaria con la sostenibilidad ambiental.
Un 150% de crecimiento anual para la digitalización agrícola
Aunque las soluciones a estos retos son complejas, una de ellas gana protagonismo por su capacidad para reemplazar o complementar la fuerza laboral humana: los robots agrícolas. Así se desprende de estudios que pronostican un 150% de crecimiento anual en el lustro 2020-2025 para la digitalización agrícola, o el salto desde los 1.100 millones de dólares de facturación en 2020 a los 11.000 millones proyectados para 2030.
“La agricultura está en constante evolución con el objetivo de aumentar el rendimiento para asegurar una producción suficiente. Diferentes factores como la reducción del uso de fitosanitarios o la escasez de mano de obra llevan a los agricultores a cambiar la forma de pensar y de trabajar. Las soluciones robóticas son una respuesta y serán parte del futuro”, apunta Renaud Tessier, Product Specialist de la compañía Vantage AM, asociada de la danesa Agrointelli, una de las empresas líderes del sector.
Al otro lado del hemisferio, la asociación Western Growers, que agrupa a agricultores de varios estados norteamericanos, aspira a automatizar las explotaciones para reducir su dependencia de una mano de obra escasa y así evitar que el mercado de sus productos frescos acabe emigrando a países sin esa carencia.
¿Qué pueden hacer los robots agrícolas por la seguridad alimentaria? La respuesta concisa sería “casi todo lo que un trabajador humano”, a veces no con tanta eficiencia y otras con bastante más. Tiende a cubrir todo el arco del laboreo, desde las sencillas tareas de fuerza y repetición a las de monitorización y análisis para una agricultura de precisión —monitoriza los parámetros de cultivos, suelos y factores climáticos para aplicar tratamientos en los lugares y momentos exactos— centrada en la planificación inteligente. Según Agrointelli, al menos por el momento se expande sobre todo por las explotaciones más productivas y con mayor necesidad de trabajadores, como la producción de hortalizas, frutales o viñedos.
Entre los robots que imitan a los jornaleros de carne y hueso existen plataformas multiuso donde conectar aperos para que una sola máquina lo mismo trace caballones, que pase el rodillo, siembre, escarde malas hierbas o pulverice productos fitosanitarios.
Inteligencia Artificial en los robots agrícolas
Además de perfeccionar habilidades para las tareas mecánicas como recolectar, el salto de calidad y capacidad se produce al incorporar el poder de la inteligencia artificial (IA) y el aprendizaje automático, la analítica de datos, la visión artificial o la sensórica avanzada —de humedad, temperatura, pH, de la fisiología de las plantas, etc.—, además de la comunicación entre dispositivos —desde un mando a distancia a un dron o un satélite— o los diferentes grados de conducción autónoma.
Esta agregación de cualidades tanto mecánicas como de procesamiento —el equivalente a un cerebro conectado a una mano hábil— amplía la variedad y la versatilidad de los robots, por ejemplo los drones con brazos articulados para recolectar fruta, y cuyos algoritmos de IA les permiten reconocer visualmente el grado de maduración y el tamaño de una pera o la presión para recogerla sin dañarla.
Si ya es posible hacerlo desde el aire, también a pie de sembrado, como señala la empresa española Robotnik: “Los sistemas inteligentes se están convirtiendo en la solución ideal para impulsar la agricultura de precisión. Actualmente, una gran cantidad de operaciones agrícolas ya se hacen de forma autónoma”. Por ejemplo, la delicada intervención de robots colaborativos en los injertos, o la aplicación selectiva y calibrada de pesticidas solo en las plantas que los necesitan.
De ahí la adaptación de esas plataformas robóticas a trabajos específicos en viñas, olivares o fresales, por nombrar algunos cultivos con necesidades únicas, y también a labores polivalentes en invernaderos o actividades como la polinización mediante microdrones, la gestión de las granjas de insectos o el control de plagas, sean arándanos en los Balcanes o colza en Finlandia.
Por lo general las firmas de robótica agrícola han nacido en este siglo. Hablamos, pues, de un sector incipiente que puede beneficiarse de los actuales avances en robótica, como los prototipos que imitan la musculación animal mediante compartimentos hidráulicos contraídos y expandidos por corrientes eléctricas. Permitirían no solo a robots, sino a prótesis, brazos mecánicos o exoesqueletos, combinar la precisión y la delicadeza con la fuerza.
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