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12 marzo 2019

Tecnologías para los enterramientos del siglo XXI

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La tecnología nos está acercando a la posibilidad de prolongar nuestra vida digital más allá de la muerte, pero nunca dejará de ser una simulación; el hecho de que algo de nosotros pueda perdurar en forma de bits no cambiará la realidad de que nuestra materia mortal seguirá quedando atrás. Sin embargo, tampoco este aspecto es ajeno a la era de la innovación: para quienes no se conformen con un enterramiento tradicional o con descansar para siempre en una urna, el ingenio y la tecnología están abriendo nuevas alternativas para todos los gustos.

En algunos casos, las nuevas propuestas buscan promover alternativas más sostenibles que el enterramiento y la incineración. Los fluidos de embalsamado, el combustible y las emisiones de la cremación son nocivos para el medio ambiente, a lo que se une la creciente extensión de tierra ocupada por los cementerios. Por ello, algunas de las nuevas propuestas persiguen reducir la huella ambiental que dejamos al marcharnos de este mundo. En otros casos, se trata de ofrecer destinos diferentes y originales a las cenizas del difunto con un sentido meramente simbólico o emocional.

Enterramientos espaciales

Quizá la propuesta de menor utilidad práctica, pero que ha captado un gran interés en los últimos años, es la de emprender ese viaje al espacio que nunca pudimos realizar en vida. Es de poca utilidad práctica, porque en realidad solo viaja una pequeñísima parte de las cenizas del difunto, por lo que se trata más de un gesto simbólico que de una opción para dar un destino definitivo a los restos.

Recipiente de cenizas de Celestis. Crédito: Celestis

La compañía Celestis inauguró los llamados enterramientos espaciales en 1997, con el lanzamiento de las cenizas de 24 personas —incluyendo las del creador de Star Trek, Gene Roddenberry— en un cohete cuya carga primaria era un satélite científico español. Celestis ha repetido vuelos después y a ella se han unido otras empresas como Elysium Space, que el pasado diciembre lanzó cenizas de unas 100 personas a bordo de un cohete Falcon 9 de la compañía privada SpaceX. Este servicio tiene un precio de 2.490 dólares.

Las cenizas no se esparcen en el espacio, sino que permanecen confinadas en el satélite hasta que al cabo de unos años acaba reentrando en la atmósfera y quemándose como una estrella fugaz. Las compañías del sector ya están considerando ampliar su oferta con el envío de cenizas a la Luna y al espacio interestelar.

Convertirse en un diamante, un disco de vinilo, un jarrón…

A principios de este siglo comenzó a proliferar la oferta de transformar las cenizas de un ser querido en un diamante sintético, extrayendo el carbono y sometiéndolo a un proceso de compresión a alta temperatura. Actualmente son numerosas las empresas que ofrecen este servicio, como las suizas Lonité y Algordanza, la estadounidense LifeGem o la británica Heart in Diamond, entre otras. El rango de precios es amplio, arrancando en torno a los 1.000 dólares.

Cremation Designs mezcla las cenizas con un esmalte que se emplea para decorar piezas de porcelana. Crédito: Ash Haywood y Christina Procter

A los ya clásicos diamantes se ha unido en los últimos años una variada oferta de objetos. La compañía británica And Vinyly incluye parte de las cenizas en un disco de vinilo donde puede grabarse la voz de la persona fallecida, o incluso música compuesta especialmente para ella, mientras que Ashes into Glass crea pisapapeles y joyas de vidrio. En EEUU, Cremation Designs mezcla las cenizas con un esmalte que se emplea para decorar piezas de porcelana. En los últimos años han ganado popularidad los tatuajes conmemorativos, realizados con tinta a la que se añade una pequeña porción de polvo de cenizas esterilizado. Lo mismo se aplica a la pintura de retratos que incorporan una parte de los restos.

Crear un jardín marino

La empresa de Florida Eternal Reefs ofrece la posibilidad de utilizar los restos incinerados para fabricar piedras de escollera que sirvan de hábitat a la fauna oceánica y contribuyan así a la protección del medio marino. Los promotores del proyecto, dos amigos buceadores, comenzaron a finales de los años 80 produciendo bloques perforados de un hormigón especial, o “bolas de arrecife”, que depositaban en el fondo marino para favorecer el crecimiento de los arrecifes coralinos. Desde entonces, han colocado más de 700.000 bolas en más de 70 países.

Los restos incinerados se usan para fabricar piedras de escollera que sirvan de hábitat a la fauna oceánica. Crédito: Eternal Reefs

La idea de complementar su oferta con un servicio funerario nació en 1998, cuando el suegro de uno de los fundadores enfermó y dijo que quería ser enterrado en el mar. Para cumplir su último deseo, sus cenizas fueron mezcladas con el hormigón empleado para fabricar las bolas. Desde entonces, Eternal Reefs ha depositado miles de bloques memoriales, cuyas placas grabadas recuerdan a aquellos que eligieron un descanso eterno en forma de jardines marinos.

Compostaje para plantar un árbol

Todas las opciones anteriores requieren una cremación previa. Sin embargo, la nueva oferta de destinos para el descanso eterno está abriendo un nuevo nicho de procesos alternativos que buscan reducir la huella ambiental de la incineración. Tal vez el caso más conocido sea la biocremación o hidrólisis alcalina, un proceso que utiliza un baño de hidróxido de potasio a alta presión y temperatura para degradar los restos a sus componentes químicos básicos. Pero existen otras propuestas, entre las que destaca la conversión de los restos en compost, como se hace con los restos orgánicos de alimentos.

En EEUU, el estado de Washington podría ser el primero en autorizar el compostaje de restos humanos, si prosperan dos leyes actualmente en tramitación. Propuesto por la compañía Recompose (antes Urban Death Project), el proceso consiste en introducir el cuerpo en un recipiente que contiene virutas de madera y paja como fuente de carbono. Aplicando calor, las bacterias convierten los restos en poco menos de 800 litros de sustrato fértil que los familiares podrán emplear para, por ejemplo, plantar un árbol que sirva como monumento vivo a la memoria del difunto. Aunque aún no se ha fijado un precio, la compañía calcula que costará en torno a los 5.000 dólares, menos que un enterramiento tradicional.

En la misma línea ecológicamente responsable, se han propuesto otros métodos de compostaje. La bióloga sueca Susanne Wiigh-Mäsak, a través de su empresa Promessa, promueve un proceso consistente en congelar el cuerpo con nitrógeno líquido para después disgregarlo por vibración en pequeñas partículas que finalmente se liofilizan. El producto se enterraría en un recipiente biodegradable fabricado con maíz o almidón de patata. Bastarían unos meses para que los restos se transformaran en suelo fértil; una manera de abandonar este mundo sabiendo que dejamos nueva vida detrás de nosotros.

Javier Yanes

@yanes68

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