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24 octubre 2018

¿Tienen futuro los vuelos supersónicos?

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Cuando en 1962 se estrenó la serie de televisión “Los Supersónicos”, el mundo soñaba con aviones mucho más rápidos y estilizados que cruzarían el planeta en pocas horas. Las grandes potencias ya dominaban del vuelo supersónico y la propia palabra era un símbolo de un futuro hipertecnológico, como el de aquella serie de dibujos animados. Pero la realidad es que hoy en día la mayoría de los aviones comerciales son algo más lentos que los de hace medio siglo, y las grandes novedades son aeronaves mucho más grandes y pesadas. Sin embargo, en 2018 la NASA y dos startups han detallado sus planes para resucitar los aviones supersónicos en menos de cinco años.

El sueño de aquel futuro supersónico murió el 24 de octubre de 2003, cuando el Concorde realizó su último vuelo. Desde Nueva York a Londres, cruzó el oceáno Atlántico en tan solo 3 horas y 30 minutos con 100 pasajeros, la mayoría de ellos famosos y figuras de la aviación. Y es que los 9.000 dólares que costaba un billete convertían el vuelo supersónico en un lujo —30 veces más caro que un vuelo de oferta en clase turista, que suele durar el doble: unas 7 horas.

Sin embargo el icónico diseño del Concorde, con ala en delta, lo convertía en un avión necesariamente estrecho (menos de 3 metros) en el que eran imposible dar a tantos pasajeros las comodidades que ofrece la clase business de los modernos aviones comerciales, como el Boeing 787 Dreamliner.

Más lujosos, pero más lentos

La primera vía para resucitar los vuelos supersónicos son los jets privados. Sus promotores apelan al mismo nicho de clientes del Concorde, dispuestos a pagar esas cantidades por ahorrarse varias horas de vuelo al cruzar el Atlántico, pero ahora sí les prometen además una auténtica experiencia de lujo. Esa es la idea de la startup Aerion, que el pasado 15 de octubre presentó un nuevo motor supersónico para aviación civil (el primero desde los años 1960), desarrollado junto con el gigante General Electric. Tres de esos motores propulsarán el jet supersónico AS2 de Aerion, cuyo plan es realizar el vuelo inaugural en 2023, coincidiendo con el 20 aniversario del último vuelo del Concorde.

Simulación del jet supersónico AS2 que la compañía Aerion lanzará en 2023. Crédito: Aerion

Si se hacen realidad esos planes, el AS2 será un 60% más rápido que los actuales aviones comerciales y viajará de Nueva York a Londres en tan solo 4 horas y media (una más que el Concorde), llevando a un máximo de 12 pasajeros (frente a los 100 que viajaban en el mítico avión). Diseñado en colaboración con la compañía aeroespacial Lockheed Martin, llama la atención por sus alas rectas, más parecidas a las de un caza moderno, y muy diferentes a las alas en delta del Concorde.

El objetivo de esta innovación es lograr vuelos más eficientes y largos, reduciendo la fricción y el arrastre —y por tanto, el consumo de combustible— al conseguir que el flujo de aire sea laminar (y no turbulento, como sucede en las alas convencionales en flecha o en delta). Así, el AS2 volará sobre el océano hasta un máximo de Mach 1,4 (unos 1.730 km/h, o sea 1,4 veces superior a la velocidad del sonido), mientras que sobre tierra realizará un vuelo subsónico de hasta Mach 0,95 (unos 1.170 km/h). Las actuales normas de aviación civil no permiten superar la velocidad del sonido (Mach 1) sobre tierra, para evitar las molestias y los posibles daños provocados por las explosiones sónicas, al romper la barrera del sonido.

Más asequibles y rápidos

La otra vía para reflotar los aviones supersónicos es la de la nueva compañía Boom, que aspira a volar aún más rápido que el Mach 2,04 máximo del Concorde: alcanzar Mach 2,2 (2.717 km/h) permitiría ahorrar más de la mitad del tiempo normal de vuelo Nueva York–Londres, dejándolo en tan solo 3 horas y 15 minutos. Además, la startup aeronaútica promete un coste de operación mucho menor, que bajaría los vuelos supersónicos al nivel de los actuales precios de business. Y en sus aviones podrían viajar hasta 55 pasajeros con las mismas comodidades de esa clase.

Simulación del modelo de Boom. Crédito: Boom

La fórmula para cumplir todos esas promesas pasa por mantener el diseño del Concorde, pero haciéndolo más refinado. De entrada, será más pequeño: 52 metros de largo (frente a los 62 de la jubilada aeronave). “Hay tres grandes áreas que han cambiado desde que el Concorde fue diseñado: aerodinámica, materiales y motores”, explicó a la revista Wired el CEO de Boom, Blake Scholl. Con simulaciones informáticas es mucho más fácil optimizar el diseño de un avión que realizando pruebas reales en un túnel de viento; además, los nuevos materiales de fibra de carbono son mucho más ligeros y ya no son necesarios motores con postquemador (afterburner) para alcanzar velocidades supersónicas.

Por un lado, Scholl cuenta con el apoyo de 5 grandes aerolíneas, que ya han reservado 76 aeronaves. Por otro lado, el prototipo XB–1 para probar las mejoras tecnológicas de Boom aún no ha realizado su vuelo de prueba, que inicialmente estaba previsto para 2017 y que la empresa acaba de anunciar que realizará en 2019.

¿Más silenciosos?

La reedición de estos sueños supersónicos viene acompañada de una fuerte dosis de escepticismo por parte de algunos analistas. “No es lo que los pasajeros ni las aerolíneas quieren ahora mismo”, según ha advertido la consultora Strategic Aero en declaraciones a AFP, destacando que la gran demanda está en vuelos más baratos. El consultor independiente John Strickland también cree que “va a pasar un buen tiempo antes de que pueda haber un mercado grande y viable para los vuelos supersónicos… algo que el Concorde nunca consiguió”.

Simulación de la cabina del AS2, diseñado para acomodar a 12 personas. Crédito: Aerion

A este escepticismo se añaden las críticas del Consejo Internacional para el Transporte Limpio, que tras analizar las promesas de las startups supersónicas ha calculado que “sus aviones gastarían entre 5 y 7 veces más combustible que las actuales aeronaves comerciales y superarían los límites de emisión de CO2 en un 70%”.

La otra gran barrera para resucitar los vuelos supersónicos es la contaminación sonora. Boom no aporta ninguna solución contra las explosiones sónicas, y Aerion promete una tecnología (pendiente de patente) que consigue evitarlas hasta velocidades de Mach 1,2. Aunque lo lograsen, necesitarían un cambio en la regulación para poder volar a más de Mach 1 sobre tierra. Mientras tanto, la NASA trabaja con Lockheed Martin para probar en 2021 prototipos de aviones supersónicos mucho más silenciosos, cuyo diseño evitaría que al romper la barrera de sonido las ondas de choque se acumulen y se oiga una explosión.

Francisco Doménech
@fucolin

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